Emma, una perra de raza Shih Tzu, era muy feliz. Su dueña, oriunda de Virginia (Estados Unidos) la amaba tanto que dejó escrito en su testamento, antes de morir, cuál debía ser el destino. Lamentablemente, era el más dramático: someterla a una eutanasia.
Cuando la propietaria perdió la vida, la mascota fue llevada a un refugio. Allí hicieron todo lo posible por encontrarle un nuevo hogar donde le brindaran todo el amor que merecía. Sin embargo, no lograron ni siquiera persuadir a los familiares de la mujer, quienes se negaron a desoír su última voluntad.
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El animal no tenía ningún problema de salud y le esperaba una larga vida por delante. Pero el pasado 22 de marzo fue sacrificado y llevado a un centro de cremación para luego ser enterrado junto a su dueña.
"Sugerimos en varias ocasiones que podrían regalar la perra, que podríamos haberle encontrado un hogar fácilmente", afirmó Carrie Jones, gerente del refugio Chesterfield Animal Services. Este triste final generó un gran debate en el país norteamericano y algunos consideraron esta práctica como aberrante.
De todas formas, el estado de Virginia promulgó en 2014 una ley que permite en sus cementerios tener un lugar destinado para que las personas sean enterradas con sus mascotas, pero no en la misma tumba, cripta o nicho.