Uno de los objetivos de los yihadistas de Raqqa era defender la ciudad bajo su dominio, cueste lo que cueste. Pero no era su meta principal. Más importante aún era terminar con la vida del peor de sus enemigos imaginables: una mujer. Para los extremistas religiosos se trataba de una vergüenza aterradora rendirse bajo el mando de una persona de sexo femenino.
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Esta semana los fanáticos islámicos perdieron la capital del Estado Islámico en manos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), comandas por la kurda Rojda Felat. Derrota y ofensa imborrable.
Después de casi cuatro meses de continuas batallas sangrientas, la líder combatiente, de 37 años de edad, lideró un grupo de 15 mil hombres que permitió izar orgullosamente la bandera amarilla de la alianza kurdo-siria en la plaza principal de Raqqa. Un símbolo de la liberación flamea en el mismo lugar donde los extremistas ejecutaban a sus enemigos.
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Felat es una mujer de gestos duros, viste constantemente uniforme camuflado, usa un pañuelo tradicional en su cabeza y no suelta de sus manos un fusil kalashnikov gastado por el uso.
“A menudo, en asuntos militares, las personas subestiman a las mujeres, pensando que somos demasiado delicadas, que no nos atreveríamos a llevar un cuchillo o una pistola” declaró la kurda en una entrevista a la AFP.
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Se dice que se enlistó a las unidades de mujeres militares kurdas entre el 2011 y el 2013. Por años trabajó en forma encubierta, hasta que en el 2016 su nombre se hizo popular cuando se puso al frente de la guerra contra el ISIS.