Una tradición sangrienta, brutal y sin escrúpulos. Cientos de ballenas y delfines mueren cada verano en la Isla Feroe, una nación autónoma en el Atlántico Norte, dentro de Dinamarca. Se trata de una costumbre que tiene muchos años, donde padres e hijos participan como si fuera una fiesta.
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Una hazaña que termina con la muerte de los bellos animales marítimos. Llegan con lanzan, las incrustan sobre sus cuellos para quebrarles la columna vertebral. Luego comienzan a trozarlas y procesarlas para venderlas en los mercados locales.
En esta última ceremonia, murieron 436 ballenas y 198 delfines. Ese dato fue difundido por el grupo conservacionista Sea Shepherd (Pastor del Mar). Algunos voluntarios se hicieron pasar por turistas para registrar las sangrientas matanzas.
Desde hace décadas luchan para que esto termine. Sin embargo, el gobierno de la Islas Feroe se niega a detenerla. Sostienen que los asesinatos apenas alcanzan el uno por ciento del stock total de ballenas en el Atlántico Norte. Aseguran que son sustentables en el tiempo y no amenazan a la especie.