El mensaje de Lula da Silva a María Corina Machado fue lamentable, pero no por el supuesto “machismo” que le adjudicó la dirigente venezolana proscripta y la lluvia de críticas que cayó sobre el presidente de Brasil.
Fue lamentable porque se contradice con otras posiciones que adoptó en el escenario internacional y porque implicó ponerse una vez más a favor de un régimen forajido y calamitoso: el chavismo residual que encabeza Nicolás Maduro.
Para Lula, hubo lawfare (guerra judicial) contra Rafael Correa, Evo Morales y Cristina Kirchner, pero no lo hay contra todos los líderes disidentes venezolanos que son proscriptos, encarcelados o tuvieron que exiliarse.
La sugerencia de que “deje de llorar” y designe otro candidato para la elección presidencial que se realizará el 28 de julio, incluyó su caso como ejemplo de lo que debería hacer la líder opositora venezolana. Lula nombró a Fernando Hadad como candidato sustituto del PT cuando el juez Sergio Moro lo dejó fuera de la carrera electoral al encarcelarlo.
Por donde se lo mire, no fue un buen ejemplo, sino más bien una descalificación cínica y absurda de la insistencia de Machado con su candidatura presidencial. El propio Lula repudió a gritos como una trampa de lawfare, y con toda razón, su encarcelamiento por parte del juez de Curitiba, para allanar el camino de Jair Bolsonaro al Palacio del Planalto.
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Aquel pacto oscuro quedó a la vista con el nombramiento de Moro como superministro del gobierno de Bolsonaro.
Que Lula haya elegido otro candidato en su lugar para que el PT no quede fuera de aquellos comicios, no significa que no haya intentado hasta último momento sortear la emboscada judicial que abatió su postulación.
Eso mismo hace la entente integrada por la Contraloría General de Venezuela y el Tribunal Supremo de Justicia al “inhabilitar” a Machado, para que Maduro no sea derrotado por la figura que unificó a la oposición tras su candidatura.
Lula sabe que es una emboscada judicial tan o más burda que la que Sergio Moro y Bolsonaro le tendieron con condenas posteriormente anuladas por el Superior Tribunal de Justicia de Brasil.
Además, la emboscada judicial que proscribió a Lula también da la razón a María Corina Machado en su resistencia contra la proscripción que le impone el régimen, porque gracias a que un juez sacó a Lula de la carrera electoral pudo ganar Bolsonaro. Mientras estuvo en pie su postulación, las encuestas señalaban que el líder del PT se impondría en las urnas derrotando al candidato ultraderechista.
Lula designó a Fernando hadad, y éste fue derrotado. Lo mismo pasaría si Machado queda fuera de la carrera electoral: el voto opositor se dispersaría entre la decena de candidatos falsamente opositores que financia el régimen desde sus arcas clandestinas para seguir imperando sobre los venezolanos.
Lula no puede desconocer la realidad dramática que vive Venezuela. El autoritarismo es rico porque nutre se financia con la explotación ilegal de la minería en la cuenca del Orinoco, entregada a mafias de Rusia, Turquía, irán y China. Pero la sociedad sufre calamidades económicas y persecución política. El régimen residual chavista provocó una diáspora de dimensiones bíblicas y hundió una economía que flota en petróleo, desfalcando a PDVSA.
Lula tampoco puede desconocer que el oficialismo eligió la fecha 28 de julio para la elección presidencial porque, al ser el día de nacimiento de Hugo Chávez, la propaganda oficialista tendría vía libre para influir sobre los votantes, sumándose a las prebendas que masivamente distribuirá en la antesala de las urnas.
¿De verdad piensa Lula que la elección será limpia y que María Corina Machado ha sido proscripta por razones jurídicas verdaderas y objetivamente evaluadas por una justicia independiente?
El presidente de Brasil apoyaba los acuerdos negociados en Barbados, que Nicolás Maduro destruyó unilateralmente al proscribir a la candidata más competitiva de la oposición, en la que también están proscriptas o exiliadas las otras figuras fuertes.
En sus dos gobiernos anteriores y en lo que va del actual, Lula nunca persiguió opositores ni proscribió a nadie. Pero permite que lo haga Nicolás Maduro.
En la política interior es pragmático y exitoso, pero la política exterior del líder del PT está signada por inquietantes opacidades.