Después de 13 días sin salir para nada de mi casa, hoy dejé la cuarentena para ir al control con el obstetra.
Con la semana 36 de embarazo, el chequeo fue impostergable por más coronavirus que hubiese afuera.
El operativo de salida empezó tempranito en casa. Preparamos una bolsa con barbijos, guantes de látex, alcohol en gel y pañuelitos descartables.
Menos es más, así que decidimos no llevar ni la cartera. Sólo los papeles para la clínica, carnet de conducir, DNI, credenciales de la obra social y algo de dinero por las dudas, dentro de la bolsita.
Ropa cómoda y pelo recogido. Todo listo y, además, supervisado de principio a fin por Berta, la coneja que no se pierde un detalle acostada debajo de la mesa.
–Bueno, Berta, nos vamos.
Esta orejona no debe poder creer que después de dos semanas completas se va a quedar un rato sola en casa.
Salimos a la calle. El movimiento sobre la Valparaíso no es ni siquiera el de un día domingo. Cruzamos un par de autos hasta agarrar la circunvalación hacia la Mujer Urbana. En el camino nadie nos paró para preguntar hacia dónde íbamos, pero cruzamos a varios móviles de Gendarmería, de esos que andan con megáfono repitiendo que hay que quedarse en casa.
En la clínica
Antes de bajarnos del auto nos pusimos guantes y barbijo. Y entramos a la clínica. Un gigante de cemento prácticamente vacío y en silencio.
Nosotros teníamos la orden estricta de llegar y dirigirnos al sector de partos, donde están atendiendo únicamente a embarazadas en término.
Otras dos futuras mamás esperaban acompañadas la llamada de sus médicos, pero bien separadas entre sí. Las salas de espera redujeron la cantidad de sillas a la mitad y las dispusieron a un metro de distancia cada una.
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Al obstetra lo ví súper concentrado. Acababa de terminar una cesárea cuando nos tocó el chequeo. Revisación general, pulso del bebé y pedidos de electrocardiograma y análisis de sangre.
Esta es una consulta diferente a todas las demás, con la distancia social requerida y extremando los cuidados.
El doctor no pierde su ternura al hablarnos y brindarnos tranquilidad pero intenta resolver todo lo más rápido posible para que podamos volver enseguida a casa.
Telemedicina
Después de pasar por el laboratorio, que también estaba prácticamente vacío, subimos al segundo piso para el electrocardiograma.
La cardióloga me cuenta que la mayoría de los consultorios están cerrados y los doctores están haciendo telemedicina.
“Nos estamos adaptando, es raro no tener al paciente cara a cara. Los llamamos, escuchamos sus dolencias y preocupaciones y hacemos las devoluciones correspondientes”, sigue.
Otra cosa cotidiana que se muda a lo virtual. ¿Cómo es posible que un médico te atienda por teléfono? “Es muy extraño, pero hoy eso es mejor que venir a las clínicas” se lamenta la doctora.
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El regreso
Terminamos con los estudios. Ya podemos emprender el regreso a casa. Cuando salimos de la clínica nos quitamos los barbijos y guantes antes de volver a subirnos al auto.
En frente nuestro, vemos las carpas sanitarias dispuestas por el sanatorio para atender los casos sospechosos de coronavirus.
Allí un grupo importante de médicos trabaja atendiendo a quienes llegan con síntomas como fiebre alta, tos y resfríos.
Recordé lo que la cardióloga me había comentado hace unos minutos: “Tenemos muchos casos sospechosos en estudio, los números oficiales se quedan cortos, son muchos más los infectados hoy por este virus en Argentina y seguirá creciendo, lamentablemente”.
El regreso, igual que la ida, fue con poco movimiento y sin controles policiales pero con el alivio de saber que volvíamos a la cuarentena con las cosas en orden. El bebé está bien y eso es lo más importante.
En casa
Antes de cruzar la puerta de casa nos sacamos las zapatillas y una vez adentro la ropa fue directo al lavarropas. “Listo”, pensé. Enseguida apareció la Berta. Me animaría a decir que con su carácter odioso nos extrañó y todo.
Miro a mi alrededor y agradezco. Agradezco estar de nuevo acá, en casa, porque me siento segura. Aunque a veces los días se hacen interminables, no hay nada mejor que casa.
Estar gestando en cuarentena es algo que nunca imaginé y cuando se acerca el momento de parir muchas mujeres entramos en un estado que es mezcla de ansiedad, miedo y felicidad a la vez.
El plus de la pandemia hace que todo eso se potencie. Pero tenemos que estar tranquilas, anidando más que nunca a nuestros niños.
Valorando esa red de contención que es la familia en estos momentos.
Falta menos para conocer al bebé de lo que probablemente falta para que todo esto pase. Pero también pasará. Por ahora, seguiremos #GestandoCuarentena.