Desde que murió Diego Armando Maradona creció en nosotros una necesidad de apuntar con el dedo a los que no actúan de acuerdo a nuestros ideales.
De un lado son apuntados los que no sufrieron lo suficiente la muerte de Maradona y los que no le rindieron el homenaje suficiente. Del otro lado los que le perdonan todo y no repararon en los casos que fue señalado por violencia.
Desde el miércoles 25 de noviembre se dispararon distintos cruces que deben encender alarma y llamarnos la atención como sociedad.
El haka que le dedicaron los All Blacks a Diego Maradona fue el desencadenante de una cacería de brujas en el rugby que terminó, por el momento, con tres jugadores de los Pumas sancionados.
Nadie discute que las declaraciones de los tres Pumas están fuera de lugar y que deben ser repudiadas y condenadas por toda la sociedad. Pero pasó el tiempo, entre ocho y nueve años, y ellos mismos se encargaron de pedir disculpas y mostrarse arrepentidos.
No es mi intención justificar ni relativizar el accionar de los rugbiers, pero lo que hace ruido es la sobreactuación de distintas partes de la sociedad. El sometimiento al escarnio público y la tribuna linchadora por unas frases parece demasiado.
Mohamed Alí, uno de los mejores boxeadores de la historia, decía en el ocaso de su carrera: "Un hombre que ve el mundo igual a los 50 años a como lo hizo a los 20, ha perdido 30 años de su vida”.
¿Quién no se arrepiente por algo que dijo hace nueve años? ¿Quién no piensa diferente y ve el mundo de manera distinta? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
¿Hay que sancionar a los jugadores? La respuesta es sí, pero no hay que quedarse a mitad de camino. La Unión Argentina de Rugby entregó a sus jugadores al escarnio público. Era momento de pedir disculpas y ayudarlos, no exponerlos.
La UAR se siente en deuda por su omisión del homenaje a Maradona y sobreactuó con una sanción desmedida a sus jugadores pensando que podría lavar su culpa.
El papel de los dirigentes debiera ser otro. Además de administradores, también son formadores. No se soluciona el problema sólo sancionando a los jugadores, también se debe formar a los chicos desde los clubes para evitar que se repitan situaciones similares en el futuro.
En España una jugadora se negó al minuto de silencio por Maradona y le dio la espalda al homenaje. Ella entiende que es un abusador y se sentó en el campo de juego en solidaridad a las víctimas de violencia de género.
Puede estar en lo cierto o no, eso debe decidirlo la justicia. Lo que llama la atención, y debe ser condenado, es que la jugadora debió cerrar sus redes sociales por la cantidad de insultos, agresiones y hasta amenazas de muerte que recibió de todas partes del mundo por no homenajear a Maradona.
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Volviendo al rugby, siento que hay cierta animosidad por el simple hecho de practicar esa actividad. El fútbol, deporte por excelencia de los argentinos, tiene actitudes similares en cada partido y no se ve a gente pidiendo sanciones para hinchas y jugadores.
La discriminación está presente también en todas las canchas de fútbol y muchos se escudan justificándolo porque forma parte del maldito “folclore”. Basta con cantar un par de canciones desde la tribuna para escuchar las palabras "puto, muerto y boliviano”.
Sin ir más lejos, el colombiano Sebastián Villa volvió a jugar en Boca después de ser denunciado por golpear a su pareja. Pasaron solo unos meses, la causa sigue abierta en la justicia, pero la pelota siguió rodando.
Por este caso no se sintió el mismo clamor popular en las redes y en la calle que retumbó estos días pidiendo la cabeza de los Pumas.
Al fin y al cabo, ya que Maradona está en boca de todos, bueno sería rescatar una de las tantas frases que el Diego nos dejó como legado: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.