Llegó un lunes feriado, fuera de su horario laboral y ya pudiendo estar en su casa disfrutando la tarde, pidiendo asesoramiento: “Oíme, chiquita, cómo hago para transmitir en vivo por Instagram”.
Al “Pavo” no le gustan las redes sociales, pero alguien le había pedido una entrevista por ese medio y accedió sin chistar.
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Creamos una cuenta, elegimos una foto de perfil y le expliqué brevemente cuál era la lógica.
–¿Estás seguro que no querés quedarte y yo te ayudo a conectarte desde acá?
–Vos no te preocupes.
Le mostré una sola vez cómo era y largamos, se conectó enseguida. Para no errarle lo hicimos una vez más. “Solo tengo que corregir el ángulo del celular, para que no se me vea la nariz tan grande”, me dijo riéndose.
Después se sentó en su computadora y se puso a vaciar cada uno de los cuatro cajones de su escritorio, que tenían tantos sobrecitos viejos de edulcorante como historias.
Fotos en blanco y negro, anécdotas de su viaje a Alemania, una credencial de su cobertura de la Asamblea Constituyente, la tarjeta de su maestra de primer grado.
Cada vez que encontraba algo interesante nos contaba la historia. Los cuatro periodistas que estábamos trabajando esa tarde en la redacción, todos cerca de los 30, no podíamos parar de escucharlo.
Sabíamos que nos estábamos guardando en el corazón un momento histórico en nuestra profesión, Tobi se despide de El Doce después de más de 50 años de carrera y vino un 25 de Mayo a limpiar sus cajones con nosotros.
Ya en su casa, a las 6 de la tarde tenía la nota. Cuando vi que estaba trasmitiendo entré para ver cómo le estaba yendo. Un señor, nada de primeros planos en la nariz. Cerca de las 8 de la noche me suena el teléfono (¿quién llama por teléfono todavía en 2020?).
–Salió perfecto, quería decirte que si vos no me hubieras enseñado, nunca lo hubiera podido hacer– me dijo.
–¿Viste que es simple?
–Yo seré ignorante, pero no soy burro, me lo explicaste una vez y lo aprendí .
Me guardo esa tarde para siempre, gracias por enseñarnos y dejarte enseñar.
Nos sacamos una selfie mientras probábamos ángulos de cámara, yo un poco despeinada, él impecable, como cada día.