“Puto”. Esa fue una de las reacciones que recibí el año pasado cuando compartí un texto en mis grupos de Whatsapp. Lo había escrito días antes de la primera marcha #NiUnaMenos.
Ese texto terminaba con algo así: “Si sos tan macho, entonces, animate a no publicar pornografía, a no decir barbaridades en un grupo de WhatsApp, a no compartir 'chistes' sexistas, a no hablar todo el tiempo de la mujer como si fuera una cosa. Si somos tan machos, antes de decir #NiUnaMenos, fijémonos cuántas de estas venimos sumando".
Si sos tan macho, entonces, animate a no publicar pornografía, a no decir barbaridades en un grupo de WhatsApp, a no compartir 'chistes' sexistas, a no hablar todo el tiempo de la mujer como si fuera una cosa.
En aquel momento me bardearon porque les parecía una exageración creer que uno es un femicida por decir “hay que matarlas a todas”.
Hoy escuché uno de los audios de Daniel Zalazar, el detenido por el triple femicidio de Mendoza: "Ni una menos las pelotas; hay que cagarlas a palos a todas”.
Me dejó helado. Da un escalofrío escuchar al oído la voz de alguien así. Casi como un susurro letal. Pero seamos sinceros: nadie del entorno de Zalazar habría anticipado la tragedia por escucharlo en ese WhatsApp. Nos parece normal, nos parece válido y hasta esperable una expresión así. Incluso dicho ante mujeres.
A mí tampoco me gustaba cuando la seño decía en clase: “Hoy robás un lápiz, el día de mañana robás un banco”.
Pero hoy Zalazar le dio la razón a mi Seño.
Cuando aportamos expresiones machistas naturalizamos algo que nos está matando. A todos, no solo a ellas.