Ya hicimos limpieza general. Podamos las plantas. Ya lavamos cortinas y frazadas. Acomodamos placares, vimos series, películas y, por supuesto, ya empezamos a discutir.
En casa, el gato del vecino está intercalando sus siestas en la ventana de la cocina con el techo de nuestro auto. Claro, lleva tantos días estacionado ahí sin ir a ninguna parte que se convirtió en el chiche nuevo del michi. Primera discusión del martes.
Hay que “administrar bien el uso de internet” nos piden las autoridades. Se nota que la señal de wifi está funcionando cuando quiere y por lo tanto acá se prende un solo tele y se debate qué mirar. Segunda discusión de la jornada.
Así que he decidido implementar la gimnasia de mi abuela Catalina, la Tita.
La llamé a su teléfono fijo porque es una abuela a las que todavía no le interesan los celulares y las redes.
–Hola, Cata. ¿Cómo va la cuarentena?
–Todo bien nena, todo muy tranquilo por San Francisco.
Y claro, para ella estar en cuarentena no presenta grandes diferencias con el día a día.
Jubilada, buena salud, tranquila en su departamentito. Eso sí, que no le falten las provisiones básicas y los libros.
Releyendo
Mi abuela es la persona más lectora que conozco. Cada 15 días va caminando a la Biblioteca Popular de San Francisco y se lleva dos libros que devora y devuelve religiosamente para sacar otros dos.
Así desde que tengo memoria. La Tita no fue a la Universidad pero sabe más de historia, filosofía y cultura general que cualquiera de nosotros.
“La biblioteca está cerrada hasta el 31 así que estoy releyendo algunos que tengo en casa” me cuenta.
“Empecé Arráncame la vida, una novela toda de México, fabulosa. Y ahora manoteé otro de Federico Andahazi, sobre historia sexual de los argentinos”, sigue.
Siempre le gustaron esos libros que revelan los amores de Belgrano, Rosas o San Martín. Vaya uno a saber por qué.
En fin, la gimnasia de la abuela consiste en leer libros todos los días, un rato cada día.
De papel
Puede que estemos fuera de estado y que al principio 20 páginas nos quemen los ojos o la distracción del celular nos gane más de una vez.
Pero en tiempos de cuarentena ya no hay excusas para no volver a los libros de “carne y hueso”. O de tinta y papel, para decirlo mejor. Tiempo es lo que sobra.
Será esa novela que quedó a la mitad en vacaciones o la biografía de tu artista favorito, que descansa hace meses en la mesa de luz.
Tal vez un cuento con tus hijos o un libro que llegó de regalo en alguna Navidad y jamás abriste.
Lo que sea, pero leamos. Leamos más. Viajemos con la imaginación a través de alguna historia y salgamos un rato de las pantallas.
Lecturas de maternidad
Esta cuarentena tiene para rato, amigos.
Las paredes de casa parecen cada día más estrechas pero nuestro compromiso es quedarnos acá.
Con lo bueno y con lo malo. Con los momentos de alegría y con las discusiones familiares que puedan surgir.
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Tal vez la gimnasia de la Tita ayude a descomprimir y terminemos esta cuarentena habiendo aprendido un montón de cosas de los libros también.
Yo como buena embarazada, estoy enganchada con los libros de maternidad que, por cierto, me están enseñando mucho sobre la lactancia y se los recomiendo: "Hoy no es siempre" de Sabrina Critzmann y "Los primeros 1.000 días" de Luisina Troncoso.
Quedate en casa. Aprender a vivir de esta manera es un trabajo de todos los días pero al final saldremos más fuertes y mejores. Para eso estamos #GestandoCuarentena.