La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner dio un contundente aval al documental sobre el fiscal Alberto Nisman, que Netflix estrenó el 1º de enero. Por su comentario elogioso, parecería que quiere calificarlo con cinco estrellitas.
En el texto que publicó con su mirada sobre "Nisman: el fiscal, la Presidenta y el espía" se ampara en su "doble condición de cinéfila y madre de una joven cineasta".
Pero la serie debe haberle gustado mucho más desde su condición de imputada por el fiscal que murió horas después de haberla acusado del encubrimiento de los imputados por el peor atentado terrorista de la historia argentina.
La serie tiene hallazgos periodísticos como la entrevista a Jaime Stiusso o al agente inorgánico de inteligencia Alan Bogado. Actores relevantes del submundo del espionaje hacen su primera aparición pública y ese sólo ingrediente hace que valga la pena ver la producción de Netflix.
También impresiona la jerarquía de muchos entrevistados, entre los que se destaca el actual presidente Alberto Fernández. En su intervención, grabada hace dos años, se inclina por la sospecha de que se trató de un crimen.
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Y joyas de archivo como la interacción que tuvieron los propios Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Nisman en el juicio contra los integrantes de la "conexión local", casi dos décadas atrás.
Pero el documental, prolijamente editado pese al excesivo recurso de cortar frases hasta despojarlas del marco en que fueron dichas, también incurre en groseras omisiones y errores de contexto. Por ejemplo, al presentar como imparciales a actores interesados.
Del abogado Alejandro Rúa sólo se menciona su antiguo cargo en la Unidad Amia y se ignora que tuvo como clientes a varios funcionarios de la gestión de Cristina Kirchner.
O de Luis Moreno Ocampo no se aclara que actuó desde un principio como promotor del pacto con Irán, en el cual se le había reservado un rol clave.
Además, la serie elude la crucial cuestión de la custodia de Nisman y las sugestivas comunicaciones del aparato de inteligencia que reportaba a la presidencia cuando Nisman ya estaba muerto y supuestamente nadie conocía ese dato. Y sobrevuela, sin entrar en detalles, en las irregularidades acumuladas en el departamento de Puerto Madero, copado por un ejército de funcionarios del mismo Ejecutivo que estaba acusado por el fiscal.
También llama la atención cómo los autores minimizan la peligrosidad de Irán y de su creciente influencia en la región; y parecen "sobreseer" al régimen de los Ayatolas y su proxy Hezbollah de la autoría del atentado a la Amia.
A través de esos y otros recursos, con el correr de los capítulos se refuerza el sesgo tendiente a darle asidero a la hipótesis del suicidio.
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La sensación que prevalece en el documental es que el interrogante central pendiente de respuesta es si Nisman se mató o fue víctima de un crimen. A esta altura, las preguntas que tienen más asidero son quién lo mató y por qué.
Esto explica que a Cristina Fernández de Kirchner le haya gustado tanto la serie, como para verla completa tres veces, según ella misma manifestó. Y como para recomendarla con tanta efusividad.
Así y todo, pese a este sesgo, ver "Nisman: el fiscal, la Presidenta y el espía", es una experiencia muy recomendable. Un registro en el que es posible distinguir las huellas de un atroz crimen.