De niña jugaba al hockey, y por ver a su papá practicar windsurf se contagió. A la hora de elegir, su amor por el agua despejó todas sus dudas. Reconoce que ese es su lugar, y que pasa todo el día en el agua (hasta en los días fríos donde se pone más complicado). Cuando no compite, le gusta pasar tiempo en el lago con su familia.
Cuando todavía era principiante, arrancó de a poco a competir. Después vinieron los viajes, los buenos resultados y las primeras medallas (ganó la primera a los 12 años, en Mendoza). Ese crecimiento sostenido es fruto de su personalidad competitiva, que la impulsa a mantener esa racha de éxitos.
Pese al alto nivel que mantiene en el agua, Chiara tiene los pies sobre la tierra. Sabe que en París enfrentará a las mejores del mundo y tiene como objetivo disfrutar de estos Juegos y aprovechar para aprender y sacarse los miedos de semejante debut. Intentará sumar toda la experiencia posible, convencida de que la participación en París será la primera de varias en Juegos Olímpicos.
“Estoy nerviosa y feliz, voy a representar a Argentina lo mejor que pueda”, sostiene, y agradece a su familia y entrenadores por acompañarla y contenerla todos los días para mantenerse enfocada y mirando hacia adelante. Esa es la clave para disfrutar el proceso, superando el desgaste psicológico que conlleva entrenar todo el día siendo adolescente.
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