Bardach se presenta diciendo que no le gusta el agua, y que pudo comenzar a nadar después de 3 años de llanto junto a la pileta. Sus padres querían que aprendiera por una cuestión de seguridad, y cuando se enamoró del entrenamiento no paró hasta convertirse en una figura del deporte nacional.
Recuerda con alegría el momento en el que terminó aquella carrera con la que se subió al podio en Atenas 2004, rescatando que había dado todo lo que tenía para dar. Por eso, lo único que quería era festejar con su entrenador y su familia, testigos de su esfuerzo y dedicación. Sabía que estaba preparada y sintió que con la medalla había cumplido un objetivo.
Con el tiempo, reconoce la importancia del logro y se lamenta por su condición de “histórica”, porque significa que el deporte argentino no tuvo muchos momentos así en los últimos 20 años.
Por último, deja claro que el deporte es salud, pero que en el alto rendimiento hay que ser muy cuidadosos con el estado físico y mental por los altos niveles de exigencia que demanda. Hace 20 años, había menos especialistas en salud mental que hoy, motivo por el cual Georgina tuvo que trabajar mucho en su salud mental tras el retiro.
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