Si pensamos en una fecha para conmemorar nuestro compromiso de cuidar nuestra casa común, pareciera ser exclusivamente el 5 de junio de cada año. Sin embargo, no resulta ser tan recordada en otras fechas como fue Septiembre 2013, cuando los científicos y expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) informaron al mundo que existe certeza en un 95 por ciento de que la actividad humana es la causa dominante del calentamiento global desde 1950; o el pasado 2 de Agosto de 2017, donde una vez más, la población mundial consumió los recursos naturales anuales a una velocidad mayor a lo que el planeta es capaz de regenerar (Global Footprint Network, 2017).
El planeta necesita un cambio en la forma de producir y usar la energía. Es imprescindible producir más con menos, aumentar la eficiencia energética de todos los procesos y sustituir el consumo de energías fósiles por renovables, sin dejar por ello de cubrir la demanda mundial de servicios energéticos.
Estos nuevos desafíos nos llevan a una transformación acelerada del sector energético, donde gobiernos y empresas privadas comienzan a trabaja para lograr un modelo energético sostenible centrando sus esfuerzos en incrementar el porcentaje de fuentes renovables en la generación de energía, preparándose para un futuro bajo en carbono.
Argentina cuenta con una enorme cantidad y una excelente calidad de recursos energéticos renovables para la generación de energía eólica, solar y biomasa. En los últimos años, ha propuesto un marco general que implica alcanzar el 8 por ciento del consumo de energía eléctrica nacional, para el 2018 y el 20 por ciento para el 2025. De esta manera, Argentina se propone alcanzar los 10 mil megavatios renovables en 10 años.
Todo indica que el 2018 será otro año excelente para las energías renovables en la Argentina, ya que podrá verse y palparse el fruto de los últimos dos años de trabajo. Y esto es porque entrarán en funcionamiento al menos 25 nuevos parques de diversas fuentes (solar, eólica, biomasa, mini hidro y biogas), resultados del proceso RenovAr en sus distintas facetas. Cuando se observa la evolución de la matriz energética de nuestro país se encuentra en una gran transición, donde se ha puesto en marcha un plan de energías renovables que con astucia ha logrado un alto nivel de participación de ofertas y precios competitivos a nivel nacional.
Tomando en cuenta la importancia de avanzar hacia una transición energética se debe garantizar una estrategia nacional a largo plazo que asegure que se respetará y dará continuidad a las metas y acciones relativas a la transición energética. Para apoyar la penetración de las renovables, también deben darse una serie de condiciones indispensables como la formación de profesionales con las capacidades para desarrollar este nuevo escenario sostenible, diseñando y gestionando proyectos de eficiencias energética y energías renovables en empresas privadas y públicas, consultoras, organismos públicos e instituciones en la coordinación y/o participación de políticas nacionales y provinciales.
Las energías renovables, además de su gran potencial para mitigar el cambio climático, pueden aportar otros beneficios. Si se utilizan de forma adecuada, pueden contribuir al desarrollo social y económico (generación de empleo), favorecer el acceso a la energía en lugares vulnerables o abnegados, la seguridad del suministro de energía y reducir sus efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud. En la Universidad Siglo 21 y la Licenciatura en Ambiente y Energías Renovables están convencidos que la transición hacia un modelo energético sostenible requiere de profesionales formados que desarrollen un nuevo escenario sostenible gestionando energías renovables.
Tenemos en nuestras manos una posibilidad única de unir los esfuerzos de todos los sectores -gobiernos, sociedad, empresas, ONGs, academia y universidades- para construir un nuevo escenario energético sostenible para nuestra casa común, comenzando por la formación académica que les brinde a los futuros profesionales todas las herramientas para gestionar los nuevos problemas ambientales del futuro, cambiando el foco hacia la comprensión de la finitud de los recursos naturales, midiendo el bienestar de las personas, las comunidades y el planeta, que en definitiva no es otra que cuidar de la tierra y la vida.
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