David Moreno era hincha de Argentino Peñarol de barrio Argüello y fanático de Belgrano y de Boca. Le gustaba pescar. Tenía sólo 13 años.
Aquella siesta de calor insoportable del jueves 20 de diciembre de 2001, terminó de mirar una novela junto a su hermana Laura, saludó a su madre y salió en bicicleta a buscar a su amigo Alejandro para ir a la pileta Pelopincho de Gabriel. Nunca llegaron.
Un tumulto en la vereda del supermercado Minisol, en Villa 9 de Julio, a cinco cuadras de su casa, les llamó la atención. Se acercaron y se quedaron del otro lado de la calle. Delante de la puerta del comercio se desplegó la Guardia de Infantería y, a unos metros, la policía provincial.
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Los saqueos se esparcían como reguero de pólvora por todo el país. Pero en algunos casos, los comerciantes optaron por entregar alimentos de manera voluntaria y en el barrio rápidamente corrió el rumor de que iban a dar bolsones de comida. A las 4 de la tarde, cuando el calor era sofocante, alguien tiró piedras y se escuchó el primer disparo.
"Vamos", dijo Alejandro. "No, quedate. No tengas miedo", respondió David. Al parecer, su amigo huyó hacia la esquina, mientras esquivaba a otras personas que corrían. Otra vez se volvieron a escuchar disparos.
David recibió un escopetazo mortal de atrás y cayó malherido apenas unos pasos más adelante.
Su papá Luis había sido internado por un problema coronario el día anterior. Y esa noche cuando vio a varios familiares entrar a la sala de terapia pensó lo peor y desgraciadamente no se equivocó. Su hijo había muerto y engrosaba la lista trágica de una de las jornadas más negras en la historia de la democracia reciente.
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En ese momento, se limitó a exclamar "¿Por qué no a mí?. Prefería que el destino se llevara mi vida y no la de mi pequeño hijo".
Debieron pasar 16 años, para que recién en julio de 2017, la Cámara 1ª del Crimen sustanciara el juicio contra el oficial Hugo Cánovas Badra quien fue condenado a 12 años y 8 meses de cárcel por el delito de homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego. Además le impuso la irrisoria multa de 750 pesos al comisario retirado Luis Farías, que en 2011, evitó el juicio, por no cuidar la escena del crimen y fue sobreseído.
Por tribunales desfilaron en esos días 130 testigos, entre ellos varios policías que participaron de aquel operativo. Hubo más de un tirador que usó cartuchos PG (propósitos generales) cargados con postas de plomo. La sentencia del tribunal dejó un sabor a poco para la familia del chico muerto puesto que ningún responsable político fue considerado por los jueces de la Cámara.
Saqueos: llevaron mucho más que comida
Roberto Patria, dueño de la mueblería Espacity tenía su negocio en avenida Sagrada Familia. Asegura que nunca pensó que por tratarse de un rubro absolutamente diferente a lo alimentario fuera víctima de un saqueo. Sin embargo, destrozaron los cristales del local y prácticamente le llevaron todo.
Esa noche, apenas le avisaron de lo ocurrido, concurrió al lugar y le pidió a un familiar que preparara los camiones para levantar el negocio. La decisión era irreversible. Se volvió a Villa del Rosario donde estaba la sede de la fábrica.
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Si bien a Roberto y su socio, los embargó una sensación de impotencia y dolor, decidieron volver a Córdoba hace 8 años e iniciar una reconversión productiva que los ha posicionado como industria líder en el sector y con sucursales en distintos puntos del país.
Tal vez por eso hoy considera a los episodios del 2001 como "algo lejano. Son simplemente un recuerdo y una experiencia aleccionadora. Aprendimos mucho de eso", advirtió.