León Greco, un alquimista de la imagen, el mago que convierte la luz en emoción, es el cerebro detrás del espectáculo visual de Peces Raros, quienes se presentarán en la Plaza de la Música de Córdoba el viernes 16 de mayo.
Este artista, con sus manos llenas de chispas y su mente desbordante de ideas, toma los sonidos electrónicos del dúo y los viste con un traje de fantasía. No es solo un concierto, es un viaje, una inmersión en un mar de sensaciones donde la vista y el oído se abrazan.
“Vamos a replicar exactamente la misma puesta que hicimos en Obras, porque Peces Raros tiene una convicción muy clara: creen profundamente en la federalización de las puestas en escena. Para ellos —y para nosotros como equipo creativo— es fundamental que las experiencias escénicas no queden limitadas a Buenos Aires", aclaró consultado por ElDoce.tv sobre el show la banda en Córdoba.

Desde muy niño León era un apasionado de los cables y recorrió su Tandil natal para ofrecer su trabajo de iluminador por los bares. Trabajó en la municipalidad de esa ciudad y con el correr de los años, en 2012, terminó participando de la gira The Wall que hizo Roger Waters por todo el mundo.
Y ahora, le pone su sello a Peces Raros, creando un ambiente único que te atrapa desde el primer segundo. Así que preparate, porque este viernes en Plaza de la Música, Lucio y Marco, de la mano de León, te van a volar la peluca.
La presentación del show en La Plaza de la Música tendrá la puesta que hicieron con Peces Raros en Obras, ¿cómo fue pensada y cómo se adapta al lugar?
Gracias a un gran esfuerzo conjunto entre la producción de Gonna Go! y Plaza de la Música, logramos llevar la misma propuesta técnica y visual al venue cordobés. Estamos muy orgullosos de poder hacer esto posible. Además, el espacio en Plaza de la Música es excelente: tiene las condiciones técnicas necesarias para sostener una puesta de esta envergadura sin necesidad de modificar su esencia.

Marshall McLuhan decía que una de las funciones de los artistas en el futuro iba a ser desenchufar al hombre eléctrico. ¿Este tipo de apuestas a una obra conceptual creés que responden a esa idea y conecta a la audiencia con la obra sin la intermediación de aparatos eléctricos?
Sí, definitivamente creo que hay algo en esta apuesta escénica que responde a lo que planteaba McLuhan. Aunque paradójicamente se trata de una propuesta completamente electrificada —con pantallas, luces y tecnología en todos los niveles—, también tiene algo profundamente humano e hipnótico. Genera una conexión directa, casi ritual, entre el artista y el público. Son dos horas de música tocada en vivo, en las que la audiencia entra en un estado de inmersión total. Es un viaje —un viaje real— que, a pesar de estar atravesado por lo digital, logra desenchufar al espectador del mundo cotidiano y reconectarlo desde otro lugar. En ese sentido, me parece que la obra dialoga perfectamente con esa visión de McLuhan sobre el rol del artista como desprogramador del hombre moderno.
¿Qué disparadores funcionan para armar los componentes visuales de una obra musical? ¿Cuánto influye en un show musical la puesta visual?
Si tengo que resumirlo, diría que los elementos visuales que funcionan son aquellos que te incomodan o que te dan paz. Desde ese contraste —entre lo que perturba y lo que calma— es desde donde empiezo a componer.
Respecto a cuánto influye la puesta visual en un show, todo depende del género y el concepto, claro, pero siempre influye. Para explicarlo más sencillo: si tengo una escena para dos personas e ilumino con una sola vela, genero una intimidad. Pero si a esa misma escena le agrego cinco reflectores, todo cambia: se expone, se despoja del misterio. Ahora, si esa misma vela la pongo en una escena pensada para doce personas, el sentido de esa luz vuelve a cambiar. Lo mismo pasa con la puesta en escena de un show. Desde el amanecer hasta el anochecer, todo lo que nos rodea —la luz, el clima, el paisaje— influye en nuestro estado de ánimo. Vivimos inmersos en escenografías naturales o artificiales. La vida misma es una puesta en escena. Y quien no lo entienda así, quizás simplemente no está viendo".

¿Cómo fue tu experiencia de trabajar con Roger Waters?
Hay una anécdota sobre eso que a veces se tergiversa un poco, así que me gusta aclararla. Sí, trabajé con Roger Waters, pero no ocupando un rol central ni siendo parte del staff fijo. Formé parte del equipo de producción de The Wall durante una gira de 24 fechas por Europa y Asia, allá por 2012. También trabajé en otros espectáculos de gran escala, como los Rolling Stones, entre otros artistas. Fue una etapa formativa, muy al comienzo de mi camino.
Más allá del lugar que ocupé, que no es importante, para nada, la experiencia fue fundamental para mí. En ese momento entendí de verdad lo que significa la palabra industria y lo que implica un espectáculo en toda su dimensión. The Wall no es sólo un show; es una vivencia escénica total, una biografía emocional contada con todos los recursos posibles. Y eso me marcó profundamente. Me hizo entender que la puesta en escena no empieza y termina en el escenario: está presente 24 horas al día en nuestras vidas. Vuelvo a lo que decía antes: vivir es una puesta en escena constante. Lo aprendí ahí, con ese nivel de profesionalismo, sensibilidad y visión artística.