Llega sonriente a El Doce, pero según él “con los ojos cansados”, por eso prefiere hacer la entrevista con los lentes puestos. Y a partir de ahí una conversación, previa a la entrevista de Confesiones en el Camarín, que ronda con cierto humor “en el poder de la voz”. Es que si hay algo cautivamente en Kevin Johansen es esa voz de barítono, que traspasó la pantalla con la canción “Down with my baby” allá lejos y hace tiempo como cortina de la novela “Resistiré”.
Pero pasaron muchas canciones bajo el puente de Johansen desde entonces: su exquisita y fructífera sociedad artística con el dibujante Liniers y discos como Mis Américas Vol. ½ que en su momento tuvo tres nominaciones a los Grammy Latinos. Así las cosas, este porteño nacido en Alaska, de padre “gringo”, como le gusta decir a él, y madre intelectual ciento por ciento argentina, llegó a Córdoba para traer su fiesta a Quality Espacio.
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“Tengo un recuerdo blancuzco de Alaska, me fui a los cuatro años. Mi madre me contaba que era increíble el tema de la 'fiebre de cabaña', te agarra el encierro durante muchos meses de frío y yo salía en bolas a la nieve, porque ella era lectora y se distraía y el nene salía corriendo”, cuenta el autor de “La Cumbiera intelectual”.
Su nacimiento en Alaska tiene una génesis romántica en sentido amplio. Su padre se negó a ir a la guerra de Vietnam, por lo que según una cláusula legal podía hacer otra actividad para el ejército y es así como termina en una base militar de Alaska realizando tareas administrativas. En 1964, en plena época del hipismo y el movimiento pacifista, nace él.
De su juventud también recordará que hasta los 11 años era un gringuito que sólo sabía decir en castellano “1, 2, 3, huevo frito, hola”. “A lo Luca Prodan”, agrega con una sonrisa. Vivió un par de años en Montevideo y a los 15, 16 años decreta que quiere ser músico y componer canciones. “Mi madre con buen criterio me mandó a estudiar guitarra clásica pero también en un momento entró en pánico, le agarró la desesperación. Es que hasta que empezás a vivir de la música…”, sostiene.
Su primer trabajo fue dar clases de inglés en una escuela pública, dice que todavía hay gente que lo recuerda como profesor. En Nueva York, donde vivió diez años intentando dar los primeros pasos con la música, preparó desayunos en un hotel y hasta fue guía turístico en la Organización de las Naciones Unidas.
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Es muy probable que esa coctelera de experiencias de vida, lenguas, lugares y tonadas haya influenciado en lo que es hoy como músico: un compositor “des-generado” (imposible encasillarlo musicalmente) con la eterna curiosidad de seguir buceando en mares nuevos.
Se viene una incursión por el trap en su próximo disco. “Lo que hace Paulo Londra es muy bueno, está súper bien producido, no hay con qué darle”, dirá del cordobés revelación del año. Y deja la puerta abierta al cuarteto: “Me gustaría hacer algo con La Mona, él es el que sabe”.
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