Mercedes Sosa nació en un barrio pobre de San Miguel de Tucumán. Infancia feliz pero carenciada, dijo alguna vez. Hija de una lavandera y un obrero de la industria azucarera, se crió en un hogar fervientemente peronista. Empezó a cantar a los 15 años, a escondidas de su familia, y ya no paró.
Tras casarse con el músico mendocino Oscar Matus se radió en Mendoza durante unos años. Allí en 1963 fue una de las fundadoras del movimiento Nuevo Cancionero, junto al poeta, Armando Tejada Gómez entre otros.
El movimiento rechazaba regionalismos cerrados y busca expresar “al país todo en su amplia gama de sus formas musicales” y reivindicó el arte popular. Poco después, en el ´65 su vida da un vuelco. O varios, para ser precisos. Su marido la abandona, ella se queda sola con su hijo y viaja a Buenos Aires. Es también, el año de su consagración en Cosquín, donde subió al escenario invitada por Jorge Cafrune y conquistó al público que estalló en aplausos al escucharla cantar, solo acompañada por un bombo.
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Desde allí la carrera de Mercedes fue meteórica. En 1967 ya hizo una gira por Estados Unidos y Europa, región a la que volvió en numerosas oportunidades y en la que se radicó durante su exilio: afiliada al partido comunista en los años ´60, fue amenazada por la triple A y debió escapar de la Argentina.
Volvió al país poco antes de la guerra de Malvinas y ya consagrada encadenó éxitos a lo largo de los años. Dueña de una voz prodigiosa, mujer sensible y generosa, sostuvo a lo largo de las décadas una trayectoria inigualable. Rubén Barboza, de El Doce, la entrevistó en una de sus visitas a Córdoba, en setiembre del ´93.
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En sus últimos años continuó haciendo giras y trabó relación con músicos de ritmos variados, como Charly García, Alejandro Lerner, Patricia Sosa, Marta Argerich o Gustavo Cerati. Su último disco, Cantora, acompañado por un libro, se terminaron poco antes de muerte.
En sus últimos años superó una depresión, pero no pudo enfrentar nuevos problemas de salud. La muerte se la llevó a los 74 años, después de un par de semanas internada en grave estado por una disfunción renal. Artistas y figuras de todo el mundo expresaron su dolor y algunos países, como Perú y Bolivia, incluso decretaron duelo por su fallecimiento.
Sus restos fueron velados en el Congreso Nacional, donde la despidió una multitud. Luego su cuerpo fue incinerado y sus cenizas fueron repartidas entre sus lugares amados: Mendoza, Tucumán y Buenos Aires, donde vivió más de 40 años.
Mercedes Sosa nunca escribió las canciones que inmortalizó. Tal vez por ello no dejó grandes herencias materiales. Su legado se conserva en el Centro Cultural de la Música Popular Latinoamericana Mercedes Sosa, que está en el barrio de San Telmo, de la ciudad de Buenos Aires y que gestiona la fundación que lleva su nombre.
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