* Por Paula Fernández
Es un entorno ideal para disfrutar de la buena gastronomía. Y está a solo 30 minutos de Córdoba, apenas a siete kilómetros del inicio del Camino del Cuadrado desde la ruta E-53. Hay mucha onda, en un marco inmejorable: nuestras sierras. Ahí asoma el Parador El Cuadrado que se mimetiza con el follaje de la montaña.
Hace ocho años dos amigos decidieron apostar y levantar a pulmón este parador, que arrancó con pocas mesas y una carta acotada. “Si miramos para atrás, hemos crecido bastante”, dice Matías Álvarez, el chef.
El lugar es rústico, la decoración es simple pero cálida, te recuerda a una casa de campo y así te hacen sentir, como en casa. El ambiente es muy familiar y la buena predisposición y energía que le ponen los chicos y chicas que te atienden hacen que la experiencia sea completa.
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En tiempos de pandemia, se agradecen las mesitas al aire libre y, aunque a veces pueda ser necesario un poco más de abrigo, vale la pena reservar tu lugar en el parque y comer al calor del solcito. Para los días más fríos hay lugar adentro, y además cuentan con la posibilidad de calefaccionar los ambientes exteriores.
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Los motoqueros merecen un párrafo aparte porque ya son parte del folklore, y le dan al lugar una onda especial. Los amantes de las dos ruedas ya son habitués de la ruta los fines de semana, y el parador es su parada obligada.
Las motos estacionadas en la tranquera de ingreso ya se volvieron una postal típica que indica que la cocina está en marcha.
Como dicen en el lugar, “si llegás al parador y no hay motos en la puerta es porque seguramente está cerrado”.
¡A la mesa!
Elegimos la mesita al lado de la planta de lavanda al alcance del solcito y apenas nos sentamos nos sirvieron la entrada de la casa para “matar el hambre”, que viene muy bien después del viaje. Por sugerencia del chef arrancamos con una provoleta, acompañada de un sabroso humus de berenjena, tomates secos y aceitunas. Infaltable el pancito casero, hecho por ellos mismos.
Vinimos por el lomito y llegó el momento de probarlo. Pedimos el clásico de ternera. Es un platazo para compartir. Igual, cuando le metes el primer bocado corres el riesgo de querer comerlo todo. La carne super tierna, y el pan casero y esponjoso hacen la diferencia. Hay una opción vegetariana y otra de pollo.
La carta es amplia y para todos los gustos, pero además en la pizarra que te recibe a la entrada se encuentra la sugerencia del día. En épocas de frío los guisos y estofados son una buena opción y nosotros nos dejamos un lugarcito para probar el guiso de lentejas que tiene un pintón. Chorizo colorado, panceta, carne, morrón, zanahoria, cebollita de verdeo y tomates secos, un plato ideal para calentar el cuerpo y el alma en estos días fresquitos.
A esta altura y con todo lo que comimos, pensas que no vas a ser capaz de comerte el postre. Pero el entorno invita a hacer una larga sobremesa, charlar un poco y esperar a hacer la digestión.
Si querés dejarte un sabor dulce y fresco en la boca una buena opción es zapallo e higos en almíbar acompañado de quesos y frutos secos. Ideal para picar entre varios. Si la combinación no es de tu agrado ¡hay más opciones!
Es muy importante tener en cuenta que solo abre los fines de semana y feriados y para cumplir con el protocolo trabajan con dos turnos de servicios. Si llegás sin reserva, es muy probable que tengas que pegar la vuelta.