* Por Paula Fernández
Está cerquita de la ciudad de Córdoba. A poco más de 30 kilómetros, saliendo por la C-45, hay que doblar en el camino al Observatorio de Bosque Alegre. Ahí está nuestra parada obligada: “lo de Quito”. Sus tremendos sandwiches nos llaman.
Más de 100 años atrás, cuando empezó, el lugar funcionaba como una pulpería. Después, pasó a ser un almacén de ramos generales. Todo eso todavía se siente en el aire hasta hoy. Cuando lo compró Juan Manuel “Quito” Arias, decidió transformarlo en una despensa de campo. “Hace 44 años no había nada de esto, ni el asfalto ni las casas. Solo un ranchito y nada más”, recuerda Quito.
De picada a sándwich
Los primeros clientes llegaban en sulky, a caballo o en burro. “Paraban, tomaban un vinito y seguían camino”. En ese entonces, ni asomaba el sándwich que hoy es un éxito. A lo sumo, servían algo para picar: “Un poquito de mortadela, queso y salamín”.
Cuando llegó el asfalto, lógicamente aumentó el tránsito. Gente que venía de lejos, de Traslasierra, bajaba rumbo a Córdoba y empezaron los pedidos para comer algo rápido pero llenador. Ahí, Quito empezó con los sándwiches. Como gustaron tanto, al poco tiempo empezó a correr la bola que ahí se hacían los mejores. Y la verdad que estaban en lo cierto.
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El secreto del éxito
La gente no para de entrar y salir. Primero, hay que elegir de qué fiambre queremos. Salame (picado fino o grueso), lomo saborizado, ahumado, jamón ibérico, jamón cocido, bondiola, mortadela, panceta, arrollado de pollo y más. La carta sigue, hay 16 variedades. El que más sale es el de jamón crudo. Después, hay que definir si con mayonesa o manteca y el pan con o sin corteza.
Ahora sí ya tenemos este verdadero sanguchazo. Más de 15 fetas de fiambre, que equivalen a unos 150/200 gramos. Siempre acompaña un queso muy sabroso. La calidad no se negocia, se nota que hace años tienen los mejores proveedores de la zona.
Es riquísimo. El pan se deshace en la boca. Quito cuenta que está hecho en Alta Gracia especialmente para su negocio. ¿La sugerencia? Que sea para compartir, pero si estás con mucho hambre podés animarte al desafío de comer uno entero. Hay mesitas adentro y afuera, rodeadas del verde.
El museo Quito
Por dentro, el almacén parece quedado en el tiempo. Hay muchas cosas originales desde que se fundó. Una máquina de coser, carameleras, teléfonos antiguos, botellas y toda la estructura nos transporta un siglo atrás. Y eso es solo una muestra. Quito nos invitó a conocer la colección que guarda detrás del mostrador. No está abierto al público, pero algunos pocos se dan el lujo de entrar y nosotros descubrimos este tesoro.