Desde que debutó en radio en 1954 se ganó el cariño de las familias argentinas. Conquistó al público infantil, pero hizo reír a generaciones enteras. Su muerte provocó una gran conmoción en el país. Sus shows, frases, humor y canciones quedarán en el inconsciente colectivo.
Carlitos Balá era su nombre artístico, con el ganó popularidad y se transformó en ícono de los más pequeños. Pero su verdadero nombre era Carlos Salim Balaá Boglich. Nació el 13 de agosto de 1925 en el barrio porteño de Chacarita. Sus pasos por la radio, televisión y teatro fueron de un éxito absoluto.
Las frases célebres
El humorista, actor, músico y conductor fundó el “chupetómetro” para que niños y niñas dejaran el chupete. Su carrera artística quedó sellada con frases que acompañaron a varias generaciones argentinas, como “sumbudrule”, “Angueto quedate quieto”, “un kilo y dos pancitos”, “¡mirá cómo tiemblo!”, entre otras.
Pero una de las más recordadas es cuando le preguntaba a los chicos “¿qué gusto tiene la sal?” y todos respondían gritando al unísono “¡salado!”. La historia de ese icónico dicho tiene su origen en Mar del Plata en 1969 durante una conversación con un niño que jugaba en la arena en la playa de Las Toscas.
+ MIRÁ MÁS: Carlitos Balá, el ídolo que hizo felices a varias generaciones
“¿Está lindo el mar, no?”, le preguntó Balá pero el chico no respondió. Con el carisma que lo caracterizaba, le insistió con otra consulta: “¿Qué gusto tendrá el mar?”. El niño seguía en silencio y sin prestarle atención, por lo que se respondió así mismo: “Ahhh, el mar tiene gusto a sal. Pero, ¿qué gusto tiene la sal?". El nene, antes de salir corriendo, finalmente le contestó: “Qué gusto va a tener la sal ¡salado!”.
Un look de época
Carlitos Balá no pasaba desapercibido con su flequillo, que fue tendencia en la década del 70. Más de uno se preguntaba si le había copiado a los Beatles. Pero él se encargó de aclarar la historia de su parecido a Paul McCartney.
En una entrevista a Clarín en 2016, el humorista aseguró que tenía el flequillo desde antes que la banda de rock inglesa. “Desde el '55 uso el flequillo y cuando voy a la peluquería digo: ‘Córteme onda Balá’”. Además, aclaró que a su peluquero siempre le pidió en los laterales corte en diagonal, “El flequillo me lo corto solo”, confesó.
Su vocación por el arte
Con el objetivo de vencer su timidez, el cómico comenzó a mostrar su talento en la línea 39 de Chacarita. Con su show callejero, hacía reír a los pasajeros con sus chistes y divertidos monólogos.
Los viajeros se hicieron eco de sus bromas y Carlitos era muy requerido arriba del colectivo, donde se ganaba el aplauso de todos incluido el del chofer.
“Me subía al 39, ponía un pie en el estribo y decía: 'Dejen bajar primero a los que suben'. Hacía payasadas”, había recordado en una nota a Clarín.
Cuando cumplió 97 años, fue homenajeado en la terminal de esa línea del transporte urbano. En la esquina porteña de Jorge Newery y Guevara se puede ver la obra “Carlitos Balá Iluminado” en su honor.
Tenía su propia estatua
El mítico actor y conductor era fanático de las pizzas de un legendario local fundado en 1974 por un español en la esquina de las avenidas Corrientes y Federico Lacroze.
Carlitos Balá era fanático de aquella muzza de molde bien cargada. Se bajaba de la línea 39 y sin dudarlo se dirigía con rapidez a la pizzería para deleitarse de ese plato italiano y popular.
En ese lugar, ubicado en el barrio donde transcurrió su infancia y adolescencia, le hicieron una estatua a modo de homenaje. El creador fue el reconocido escultor Fernando Pugliese. Agradecido, Balá fue un día y se sacó una foto con su doble.
Tiempo después, la escultura fue retirada de esa emblemática esquina. Según trascendió, ocurrió luego de un reclamo legal por el uso comercial de la imagen derivó.
Un amor indestructible
Carlitos Balá y Martha Venturiello se conocieron en una boda y desde entonces nunca más se separaron. Tenía 18 años cuando se enamoró a primera vista, de quien se convirtió en el amor durante más de seis décadas.
“La saqué a bailar y después me ofrecí a acompañarla a su casa”, contó durante una charla con La Nación. A pura risa, confesó que la llevó en colectivo y ahí terminó de conquistarla con su humor: “Eran las cuatro de la mañana y para sacarle una sonrisa me puse a vender una lapicera en el colectivo”.
Se casaron en 1962 después de siete años de novios. Tuvieron dos hijos, Laura y Martín.
Hace dos años le dedicó un tierno posteo en su cuenta de Facebook por el Día de los Enamorados. “Ojalá todos puedan festejar la magia del amor. ¡Feliz días de los enamorados, queridos balacitos!”, escribió y acompañó la publicación con una foto de ambos.