No fue cualquier robo. No fue uno más. Fue audaz, inédito y hasta de una “creatividad” -si cabe la palabra- inusitada para la historia delictiva del país. Por eso, más allá de la suma de dinero sustraída de las cajas de seguridad del banco, fue “el robo del siglo”. Así se lo conoció al robo del Banco Río de la sucursal de Acassuso, Buenos Aires. Habían pasado las 12 del mediodía de un 13 de enero de 2006.
El banco estaba en plena actividad, nadie sospechaba que ése iba a ser un día distinto para clientes y empleados. Una banda de ladrones durante un año lo había planificado todo: tomar de rehenes a los que estaban en la sucursal para así ganar tiempo y abrir cada una de las 143 cajas fuertes y escapar por un boquete y un túnel que daba directo al desagüe pluvial. Y así salir en dos gomones con el botín.
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La toma de rehenes duró 5 horas. Tiempo suficiente para que los delincuentes hagan su “trabajo”. De la banda de ladrones se destacaron dos: Fernando Araujo y Mario Vitette Sellanés. Araujo era por entonces un hombre de San Isidro, de clase alta, artista que practicaba artes marciales y cultivaba sus propias plantas de cannabis.
No tenía antecedes delictivos y fue el ideólogo del robo. Su disparador fue: “¿Cómo sería robar un banco causando el menor daño posible? Vitette Sellanés sí tenía antecedentes, y muchos. Era uruguayo, vivía en Buenos Aires y se lo conoció en el momento del robo como “el hombre del traje gris”. Había entrado con esa vestimenta al banco, con anteojos, bigote falso y kipá. Él fue el encargado de negociar con el jefe del Grupo Halcón de la policía bonaerense. Incluso, había tomado clases de actuación para, como quien dice, mentir con profesionalismo.
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Esa historia, la historia del robo pero sobre todo de cómo se llegó a concretarlo, todo lo que se planificó durante un año, cómo se armó la banda y cómo se pasó de la idea a la acción, de eso y algunas cosas más habla la película “El robo del siglo” del cineasta Ariel Winograd.
Diego Peretti es Araujo y Guillermo Francella es Vitette Sellanés. Ambos le sacan lustre a su oficio de actores comediantes. Estos personajes les caben como pasamontaña al ladrón. Son una dupla definitivamente con mucha química. Hay detalles de la película que más vale no contar, sobre todo si algún desprevenido o poco amante de las noticias o millenial que apenas caminaba cuando ocurrió el robo, no tiene mucho conocimiento previo del tema. El efecto sorpresa de los acontecimientos será, seguramente, muy bienvenido.
El subgénero cinematográfico de películas de robos a banco siempre genera su atractivo en los espectadores. El motivo lo explica Peretti: "La institución del banco es mirada como un emblema del sistema, y el sistema a veces no funciona del todo bien, entonces la posición antisistema genera cierto romanticismo".
Una vez más, señores y señoras, la realidad supera la ficción.