El 5 de abril de 1982, el por entonces Osvaldo, de 17 años, desembarcó en las Islas Malvinas junto al Batallón de Ingenieros número 9, dispuesto a defender los colores argentinos. Hoy, a 35 años de aquella guerra absurda, Tahiana Marrone la pelea para que la acepten tal cual es: una mujer con todas las letras.
"Obvio que cargo con la derrota. Esa es también una mochila que cargo: sentir que defraudamos por no haber concretado la misión”, le dijo Tahiana la diario en su casa en Chañar Ladeado, un pueblo cercano a Corral de Bustos, donde trabaja y vive.
"Esa es también una mochila que cargo: sentir que defraudamos por no haber concretado la misión", dijo la soldado sobre la Guerra de Malvinas.
La mujer trans tiene el síndrome de Klinefelter, más conocido como XXY, que se le hizo muy presente desde los 21 años. "Yo me miraba en un espejo de madera, me miraba y no veía nada", recordó. Esta lucha incluyó dosis de testosterona durante tres décadas.
Pero un dia dijo basta. "A los 21 años, por una cuestión de la maldita sociedad, me hice el tratamiento con testosterona. Me enamoré y me casé con una mujer, y tuve dos hijos por inseminación. Pero ese tratamiento con hormonas me reventó la vida, me la pudrió por dentro. Cada mes el tratamiento me hacía más daño, y cada mes yo me sentía más tirado hacia lo femenino", relató.
En ese sentido, la técnica en sistemas y empleada de la Lotería de Córdoba afirmó que le "gustaban las mujeres, no me gustaban los hombres, pero me gustaba ser mujer".
"Cuando vuelvo a mi casa, es siempre lo mismo: estoy sola física y espiritualmente", lamentó Tahiana.
Entonces, la decisión de ser mujer y dejar la testosterona la llevaron a dar otra batalla: la de la búsqueda de aceptación. "Perdí a muchos de mis hermanos. Uno me dijo que yo no pensé en ellos cuando dejé las hormonas. Con mis hijos apenas nos hablamos o nos escribimos… No sé si algún día tendré nietos… No de tenerlos, sino de conocerlos, de mimarlos, de poder malcriarlos", explicó, y lamentó: "Tengo amigas que adoro, con las que me divierto y me ayudan, pero después, cuando vuelvo a mi casa, es siempre lo mismo: estoy sola física y espiritualmente”.