¿Cambiarías la vida de locos que llevás para andar por el mundo arriba de una casa rodante? ¿Cambiarías la escuela de tus hijos para que vaya estudiando vía internet en el camino? ¿Cambiarías todo lo que te enferma para seguir lo que te hace bien?
Gabriel y su familia dijeron sí. Cuando tenía 35 años, un cáncer le dio el click. Y lo que era una afición de largas vacaciones se transformó en una forma de vida. Compraron un viejo de camión de bomberos y lo “camperizaron”. Así le dicen los españoles al modo de adaptar un vehículo para que sea tu casa. Con Cintia, su esposa, sus cuatro hijos y sus dos perros empezaron el viaje. Ya hicieron Uruguay, sur de Brasil y Chile. Volvieron por la Patagonia y ahora suben al norte.
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—¿Es un norte definido o infinito?
—Ojalá fuera infinito. Por ahora, aspiramos a llegar a Colombia para las fiestas.
Como no tienen una ruta fija ni cronogramas planeados, simplemente andan. De los problemas más domésticos que te puedas imaginar, el agua es uno. Proveerse de agua para una casa en movimiento es lo más complejo.
¿De qué viven? Gabriel vive de un “sueldo” que le paga el socio de su empresa constructora pero ya sin esperar mayores ganancias. “Basta de corridas al banco y andar atrás de los cheques”. El otro ingreso es el alquiler de la casa familiar.
¿Cómo estudian los chicos? La más grande ya terminó la secundaria viajando. Los cuatro cursan a distancia con programas a distancia que tiene nuestro país. Van aprendiendo y rindiendo las materias por internet mientras viajan.
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Les preguntan de todo cuando los ven en el camino.
—¿Alguien te dijo que estás loco?
—Todo el mundo me dice “estás loco”. Para mí es más loco estar en una oficina ocho horas metido ahí dentro que estar manejando difrutando esto.
Dice eso y se va con su cambio de vida.
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