Las situaciones de inseguridad que se viven en Córdoba fueron motivo de varias marchas, reclamos y quejas en los medios. Hace unos meses, más de 30 barrios de la capital se movilizaron en contra de la delincuencia. Viviana, una usuaria de “El Doce y Vos” escribió una dura carta hacia la clase media. Aquí la compartimos:
“Oprimido, agobiado, encadenado, humillado, aquejoso, abrumado, esclavo. El pasado 26 de junio, durante el partido Argentina-Colombia de la Copa América, mi familia y yo fuimos víctimas de un robo en nuestro hogar". Mi primer reacción fue agradecer que no había nadie en casa y que, por la tanto, nadie había salido lastimado. Mi segunda reacción fue no sorprenderme. Mi tercera reacción fue decir que debíamos mudarnos.
Lo estaba esperando. Sabía que, más tarde o más temprano, a todos nos toca.
El barrio ya no es seguro, este lugar ya no es seguro. Ésto, a pesar de que en anteriores oportunidades ya lo habíamos analizado y siempre terminábamos pensando lo cómodos que estábamos y que todas nuestras actividades y relaciones giraban en torno a esta casa, la casa robada. Pero desde esa noche, no dejo de sentir que pertenezco a una clase social oprimida.
La clase media no existe. No tiene derechos. Somos un pueblo abrumado.
Quienes nos gobiernan nos humillan decidiendo por nosotros. Nos esclavizan obligándonos a mantener con nuestro trabajo e impuestos, a una clase social subsidiada y empobrecida, tan absorta en la vagancia que no advierte que su ignorancia mantiene en el poder a quienes los oprimen. Mientras tanto, nosotros, los del medio, somos tiranizados desde arriba y desde abajo. De un lado y otro deciden si podemos ser dueños o no. Vienen a mi mente escenas de películas hollywoodenses sobre la mafia. Y no las siento tan lejanas.
Los delincuentes se llevan la mitad o más de lo que tengo, me dicen que agradezca que estoy viva y que volverán una y otra vez por su parte.
No sos dueño de salir a la calle desprevenido, de pararte a charlar con tu vecina, de ver a tus hijos andando en bicicleta mientras vos los vigilás sentado en la vereda, de elegir cómo vivir. No sabés dónde vivir, porque donde querés, no podés.
La justicia tampoco opera como tal. Y otorgar libertad no tiene nada que ver con piedad, sino con zonas grises, con casos sin resolver. Porque la absolución del anarquismo perpetúa a la fuerza que domina. Si sos empleado y te partís el lomo para recibir una remuneración acorde a tu esfuerzo, preparación y responsabilidad, tendrás que dar mucho más de lo que es justo en impuesto a las ganancias.
Cuando te aborda un malviviente, darle la moto, la cartera, el celular, es como pagar un peaje para poder seguir transitando por la vida. Impunidad.
Y es injusto no por egoísmo o porque somos todos fachos. Es abusivo porque no vuelve; ni en obras, ni en salud, ni en educación. Entonces, regreso al robo. Veo toda acción concatenada. De verdad, ¿nadie ha salido lastimado? Así me siento: maniatada, silenciada, aquejosa. Soy parte de una clase social oprimida, a la espera de Eliot Ness. — me siento oprimida.