* Por Belén López Mensaque - Colaboradora
La práctica de comprar objetos de segunda mano que se da en las “ferias americanas”, de persona a persona o a través de plataformas como Mercado Libre o MarketPlace de Facebook, comienza a formalizarse en la ciudad de Córdoba. En la actualidad hay comercios que se dedican específicamente a eso y algunos ofrecen hasta garantías y políticas de cambio. Lo que la persona puede ahorrar comprando objetos usados varía según el rubro. Los celulares de segunda mano pueden conseguirse desde un 30% hasta un 50% más baratos, al igual que los libros; la ropa puede estar hasta un 60% menos que la nueva. Y en la mayoría de los casos se trata de productos en perfecto estado. “El ciclo de vida de cada prenda de vestir es muy largo, si es de buena calidad, por supuesto”, señala Vanesa Lucuix, una de las fundadoras de Lo Mío Es Tuyo, un comercio que compra y vende ropa de segunda mano.
A este beneficio económico se le suma el ambiental. Nadia Lavroff, coordinadora general de la organización Eco House Córdoba y licenciada en Gestión Ambiental, explica que al comprar productos usados “por un lado nos ahorramos el problema del residuo; y por el otro, evitamos una nueva extracción de materias primas porque estamos aprovechando recursos que ya tenemos”. Además, sostiene que reutilizar es una parte importante de la economía circular. En su definición más estricta este tipo de economía consiste en la utilización de residuos como materia prima para nuevos productos. Se diferencia de la economía lineal en la que los productos se fabrican, se compran, se usan y luego se convierten en basura.
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Todas las cosas que se consumen tienen un impacto en el ambiente, desde la ropa que se viste, pasando por la computadora que se usa para trabajar y hasta la cama en donde se duerme. Para cada objeto de consumo se extraen recursos, y al final de su vida útil, en general las cosas se convierten en basura, que puede terminar contaminando el suelo, el agua y el aire. La huella ambiental de cada objeto varía según cada rubro y su modo de producción. Por citar algunos ejemplos de uso cotidiano, según Naciones Unidas, para la fabricación de un solo jean se usan 7.500 litros de agua. Por otro lado, en América Latina, se generan 7 kilogramos de basura electrónica por persona por año, dentro de lo que se encuentran celulares, computadoras, y electrodomésticos, afirma un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Cómo es el modelo de negocio de lo usado
En la mayoría de los casos, los comercios ofrecen al mismo tiempo la posibilidad de vender y comprar productos de segunda mano. Si una persona tiene un celular en desuso, puede venderlo a una tienda. Y a su vez, cualquiera puede adquirir un aparato usado. Así, los mismos clientes pueden ser los proveedores. En otros casos, las personas venden los productos en consignación. Para algunos rubros es necesaria una revisión y reparación del producto por parte del negocio, para asegurar la calidad, como en el de los celulares. Para otros, es muy importante la selección y clasificación, como es el caso de la ropa y los libros.
Los dueños de emprendimientos que ofrecen estos objetos coinciden en que hay dos razones por las cuales las personas los eligen: el beneficio económico y la contribución ambiental. Al respecto Gastón Ferreyra, uno de los dueños de Ciclat, una empresa que compra celulares usados, los reacondiciona y los vende. “Hay un montón de gente que lo necesita, porque no puede pagar el último modelo de un celular o porque es más consciente”, señaló. Lo mismo apunta Martina Ortiz, una de las creadoras de Arteler, emprendimiento de compra y venta de libros usados: “Con lo caros que están los libros, la gente a la que le gusta leer aprovecha la oportunidad de comprarlos más baratos”.
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Para muchas personas el vender cosas que tienen en su casa puede significar un ingreso económico importante y el desprenderse de cosas que ya no necesita. “Si te ponés a pensar lo que podés ganar con las prendas que tenés guardadas en el placard, y encima lo hacés circular para otra persona, es muy interesante”, afirma Vanesa Lucuix. En el mismo sentido se expresa Camila Fabregues, cofundadora de Arteler: “Es darle una segunda oportunidad a los libros que capaz te quedan en la biblioteca por años, y otra persona los puede leer”.
Los emprendedores de algunos rubros sostienen que en ciertas personas todavía existe desconfianza al comprar productos usados, como es el caso de la ropa y los celulares. Por otro lado, y contrario a lo que podría pensarse, Ferreyra y Lucuix coinciden en que las personas de mayor edad son las que más consumen cosas de segunda mano, y no tanto los más jóvenes. Sobre los prejuicios que persisten respecto al tema, Nadia Lavroff sostiene que puede deberse a la falta de educación ambiental, y agrega que la misma es necesaria para generar conciencia y que “tiene que darse en todos los niveles, formales y no formales”.