Salir de la cárcel después de haber estado solo unas horas, representa una expansión sensorial. Hace unos años le hice una nota a un joven que había sido absuelto por un asesinato en defensa de su madre.
En los primeros pasos que dio en la calle respiraba profundamente, sus hombros ya no tenían el peso de un celador encima y sus manos se masajeaban una muñeca a la vez. Las esposas ya no estaban y solo quedaba aire para respirar.
+ MIRÁ MÁS: Cómo entrar a la cárcel: la historia del equipo de rugby Los Espartanos
Dentro del patio del MX2 de Bouwer se respira el mismo aire que circunda la ciudad, pero no es lo mismo. Ese aire denso se nota en una cancha embarrada con dos H entre rejas y púas. Los presos que comparten el entrenamiento una vez a la semana son de distintos pabellones del MX2, el módulo de máxima seguridad que está repleto de delincuentes multireincidentes. Solo se ven las caras en un espacio común durante cuatro horas. Cuatro horas de libertad en las que está prohibido traer broncas de las celdas.
Ezequiel Baraja estuvo 8 años detenido en una cárcel de máxima seguridad. Cuando era menor robó, ingresó a un instituto de menores, se fugó, la madre lo mandó “en cana”, volvió, salió en libertad siendo mayor, volvió a robar, volvió a estar preso. Y empezó a jugar al rugby para Los Espartanos. Cuando salió en libertad, lo esperaba un trabajo en una empresa que confía en el proyecto Espartanos.
+ VIDEO: el informe de Telenoche:
Le dieron trabajo de cajero, una imprudencia o una señal de confianza, según cómo se mire. “Si yo me echaba un moco en el trabajo, no solo me complicaba la vida a mí mismo, sino que le quitaba a una oportunidad a un compañero de equipo. A los 300 que esperan una oportunidad en el penal donde estuve y a los más de 3 mil que juegan en las cárceles del país”. Ese razonamiento que se forja en los patios de la cárcel es el secreto del éxito del proyecto.
La continuidad de la camiseta más allá de la libertad. A ningún preso le gustaría que lo sigan reconociendo en la calle como ex convicto, salvo a los que quieren seguir la carrera delictiva. Uno de los dramas de la reinserción en la sociedad son los antecedentes penales y la imposibilidad de conseguir un certificado de buena conducta. Sin embargo, lo que une a Los Espartanos, o los jugadores del Ruaj de la cárcel de Bouwer, es salir con la camiseta puesta. Y seguir jugando para el mismo equipo.
+ MIRÁ MÁS: Un preso se escapó de la cárcel de Río Cuarto: “Tenía buena conducta”
Cada vez más empresas en el país confían y se suman al proyecto. Los organizadores dicen que encuentran buenos trabajadores en estos hombres que descubrieron en la cárcel que están para otra cosa. Explica “Coco” Oderigo, creador del proyecto, que uno puede ayudar por dos razones: una altruista, para hacer el bien, y otra egoísta para evitar que esa persona, que recupera su libertad, vuelva a reincidir y nos robe o mate. Una ecuación que cierra como un círculo virtuoso.
Fuera de la cárcel, el Ruaj como equipo, sigue con los entrenamientos para los que salen en libertad. Los partidos, ahora, ya no son contra otros presos, sino contra otros hombres libres que juegan en los clubes de la ciudad. La libertad que respiraron en el patio del penal se necesita mantener para que el esfuerzo y la voluntad no decaigan. Las metáforas del juego son varias: caer y levantarse, avanzar en equipo, defender al compañero, compartir con el adversario eventual, y llegar a la meta. Así miles. Miles de enseñanzas en un afuera que ofrece pocas oportunidades.
El entrenamiento empezó con lluvia y del barro salieron limpios. Parecían hombres libres esperando a que salga el sol. Y el sol salió. El proyecto Espartanos que se desarrolla en casi todas las cárceles del país tiene un récord ingualable: mientras la estadística dice que 70 de cada 100 presos que recuperan la libertad vuelve en menos de un año por un delito peor, uno de cada 100 “espartanos” lo hace. Es muchísimo.
En Córdoba ya son diez los ex detenidos que trabajan en empresas que confiaron. Cada uno cuida su trabajo para sí mismos y para los que esperan en el barro del patio salir de la cárcel.