El 18 de enero de este año, Fernando Báez Sosa fue asesinado a golpes por un grupo de rugbiers a la salida de un boliche en Villa Gessel. Ocho de los diez jóvenes quedaron detenidos y podrían enfrentar una pena de prisión perpetua.
El 13 de marzo fueron trasladados del penal de Dolores a la Unidad 29 de Melchor Romero, provincia de Buenos Aires, de manera provisoria. Allí vivieron algunos momentos de tensión con otros presos. Según indicó Clarín, "les gritaban, chiflaban y amenazaban". "Querían que sintieran el rigor del encierro carcelario", detallaron fuentes con acceso a la cárcel.
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Pero el decreto nacional del aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia del coronavirus hizo que la situación cambiara en el sistema penitenciario. Esto favoreció a los rugbiers, que ya no tienen contacto con el resto de los internos.
Ahora se encuentran solos compartiendo un pabellón con celdas para dos y con capacidad total para 25 personas. Solo salen al patio en las primeras horas de la mañana y es ese el único momento en que pueden encontrarse con otros presos.
“Hay un grupito que tiene especial predilección por los dulces, como alfajores, chocolates, tortas y postres. Eso piden a los padres”, revelaron. Los rugbiers tienen a disposición dos teléfonos para llamar a sus familiares, quienes les llevan alimentos cada vez que los visitan.