Ocho horas de tortura. Lo golpearon, le quemaron la cara, lo ahogaron en un inodoro y lo empalaron. Todo eso le ocurrió a un preso en 2016 por denunciar que otros reclusos vendían droga dentro de su pabellón con total impunidad.
La víctima se llama José Osvaldo Benítez y sobrevivió a lo que sucedió el 16 de octubre de aquel año en la cárcel de Devoto, formalmente llamada Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad de Buenos Aires.
Cerca de las 23:30, “El Sicario de Don Orione”, “El Uruguayo” y “El Gordo Fernando” atacaron en manada a Benítez y lo sometieron a todo tipo de agresiones que fueron casi fatales. Todo con la complicidad de otros detenidos y al menos tres guardiacárceles.
El patio de la cárcel de Devoto, con carpas. / Foto: CIJ 162
+ MIRÁ MÁS: La selfie de los rugbiers después de matar a Fernando
Según confirmó Infobae, el juez Alejandro Ferro elevó la causa a juicio. Los presos Alejandro Daniel Nogués (“El Uruguayo”, 46 años), Fernando Matías Pacheco (“El Gordo Fernando”, 34) y Jonathan Ricardo Rolón (“El Sicario de Don Orione”, 25) junto a los penitenciarios Miguel Ángel Rolón (32), Nelson Javier Vargas (28) y Marcelo Fabián Lezcano (42), son los acusados.
Durante toda la noche Benítez gritó por el dolor tras las torturas brutales, golpes, patadas y palazos. Sin embargo, los agentes a cargo del cuidado del pabellón no lo asistieron.
Recién a las 8 de la mañana uno de los celadores de la cárcel pasó por el lugar y encontró a Benítez desangrándose sobre un colchón que le pusieron para intentar detener la hemorragia.
Así duermen los internos en la cárcel de Devoto. / Foto: CIJ 162
En la causa figura que las drogas que circulaban por el pabellón eran cocaína y distintas pastillas, que eran distribuidas por el “El Gordo Fernando”. Además, la fiscal de la causa Mónica Cuñarro denunció que los guardiacárceles permitían el narcotráfico dentro del penal y por ello dieron vía libre a la venganza contra el único que se animó a denunciarlos.
La pena para los agentes penitenciarios podría ser de entre 3 y 10 años de cárcel, mientras que los presos recibirían otra condena de hasta 25 años de prisión.
Según relató Benítez, cuyo testimonio está asentado en la investigación, días antes de la represalia él le había contado a un amigo de otro pabellón que en su “rancho” estaban vendiendo drogas. Luego, comenzó a advertir que iba a ser agredido y hasta se lo dijo a su esposa durante una visita.
+ MIRÁ MÁS: Lo detuvieron por balear a su hija
Primero fue una pelea, el 15 de octubre de 2016, con el “jefe” del pabellón. Al día siguiente lo buscaron entre tres para pelear mano a mano, de a uno por vez: de allí salió con una puñalada.
Pero no terminó ahí. Lo llevaron a la cocina para quemarle la cara con una hornalla y después hasta la zona de las camas, donde entre varios internos lo sostuvieron para que pudieran empalarlo.
Tras ello lo arrastraron a pura golpiza hasta el baño, donde tiraron su ropa al inodoro para que se tape y luego lo ahogaron en reiteradas ocasiones.
+ MIRÁ MÁS: Lo mató una patota y hoy están todos libres
Le siguieron pegando y lo llevaron al pabellón, donde lo dejaron tirado y gritando de dolor suplicando auxilio. Benítez reveló que otros internos se acercaban y le orinaban encima para que se callara.
“El Gordo Fernando” le dio un puñado de pastillas calmantes para dormirlo. El siguiente recuerdo de la víctima fue despertarse en el hospital, ingresando al quirófano, donde le pusieron un ano contranatura.
Comenzó la investigación y días después “El Uruguayo” presentó un escrito y rompió el pacto de silencio que había elegido el resto: confirmó los hechos y reveló cómo era el circuito de la droga en el penal.