“Nuestra tradición es vernos a la mañana, abrazarnos muy fuerte y darnos un beso con nuestros hijos, después empezamos a trabajar”. Es el primer concepto que explaya Hércules Jacot, o más conocido como “Quito”, hoy, la cabeza de una familia que lleva 77 años arraigada en la zona rural de Oncativo.
Quito, tiene dos hijos, Lucas y María Eugenia, es productor rural y contratista. Dedica muchas horas del día al trabajo, pero no descuida su rol de padre y disfruta como nadie el poder compartir su pasión con los hijos. “Tener a alguien de la familia que siga lo que hacés, te da mucha tranquilidad, y la felicidad de poder compartir el día a día con ellos no tiene precio”.
+ VIDEO: una historia de campo en el Día del Padre
“Mas allá de sus obligaciones, siempre se hizo tiempo para estar presente y participar en los actos escolares, soldando carrozas, y en todos los aspectos de nuestra vida y ese es el mayor valor que nos puede dejar", comenta Eugenia con una sonrisa en su cara.
“El sacrificio que ha hecho a lo largo de los años es mucho, pero vale la pena. Él siempre va a estar para nosotros”, completa Lucas con lágrimas en los ojos.
A pesa de tener la chance de vivir en el pueblo, que está a pocos kilómetros, ellos siempre prefirieron mantenerse en el campo que es el lugar donde están sus raíces y donde más cómodos se sienten. “Elegimos el campo porque vivir en la tierra donde uno nació y creció no se compara con nada, siempre tiene que haber gente de la misma sangre en nuestra tierra”.
Quito pasa gran parte del día con Lucas, su hijo mayor, con quien comparte la pasión por el trabajo y con quien tiene que manejar este cambio generacional y tecnológico que vive el sector desde hace unos años. “Mi papá y el nono araban a caballo y fuimos evolucionando hasta llegar a las tecnologías actuales. Hubo que adaptarse y capacitarse para seguir estando al día con todo, aunque tengo que reconocer, que muchas cosas relacionadas al Internet y a la programación se lo delego a Lucas, no porque no sepa, sino porque prefiero que se desarrolle él”.
Como en toda familia, hay desavenencias y cambio de opiniones por los caminos a seguir, pero siempre está el amor y el respeto al trabajo como base. “Nos duran muy pocos las discusiones que podemos tener. Pero no hay nada mejor que el consejo de un padre a un hijo. No sé qué haría sin él”, remarca su primogénito. “La honestidad, es la base de todo y es lo que quiero dejarles como legado”, completa Quito con orgullo en sus ojos.
Una tradición que se mantiene con los años, y con el nacimiento de su nieto, buscan extender el legado.