Estás preparado para salir de tu casa. En ese momento te das cuenta que las llaves no están sobre la mesa. Las buscas en tu bolso, seguís por los cajones, la cocina, pero…no tenés suerte. Luego de una larga búsqueda, finalmente las encontrás en el escritorio, debajo de los libros que habías ordenado la noche anterior. Te preguntás cómo llegaron las llaves allí.
Salís corriendo para llegar a tiempo a tu trabajo y en el camino reconocés que con frecuencia te sucede el perder algo. Pareciera que en los últimos años esto se agudizó; tu memoria te está jugando una mala pasada y comienza a preocuparte.
A partir de los 40 años el cerebro se modifica. Una de las consultas más frecuentes a especialistas luego de esta edad gira alrededor de los cambios que se dan en la memoria y en la atención.
Numerosos estudios han investigado con profundidad las variaciones que se producen a nivel cerebral en la adultez. Se ha observado que los mismos suelen incluir las siguientes características:
- Se requiere más tiempo para procesar nueva información
- Lleva más tiempo recordar la información
- Es más difícil mantener la atención en más de un asunto al mismo tiempo
A pesar de que en la mayoría de los adultos las quejas de memoria son mínimas y no interfieren en su día a día, la evidencia científica demuestra que existen pilares preventivos para mejorar el funcionamiento cognitivo.
- El ejercicio físico debe ser de base aeróbico, mínimo tres veces por semana, 40 minutos. Además, si se incorporan actividades de resistencia y flexibilidad se logran mayores efectos a nivel neuronal.
- Se recomienda que la alimentación sea de tipo mediterránea. Existen componentes de esta dieta que tienen gran beneficio para nuestro cerebro, tales como el consumo de frutas, frutos secos, vegetales de color y pescado.
- Es necesario que las actividades sean novedosas y tengan cierta dificultad. Si se genera la costumbre de realizar los mismos ejercicios conviene que cambiar de actividad para promover la plasticidad de la célula nerviosa.
- Las personas socialmente activas presentan menores índices de mortalidad y conservan en mayor medida su independencia y su salud cerebral en comparación con aquellas con menores vínculos sociales. El aislamiento social es perjudicial para una adultez saludable.
Con conocimiento de esto, y mientras nuestra sociedad envejece, resulta de gran importancia promover en las personas el compromiso social y comunitario para mantener el bienestar físico, así como un funcionamiento óptimo del cerebro. Debemos encontrar la forma de crear nuevos hábitos que generen en nuestra rutina un estilo de vida preventivo.
- Fátima González Palau (Dra. en Neuropsicología)
- Magdalena Cáceres (Médica especialista en Neurología)
- Gustavo Ortiz (Médico especialista en Neurología)
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