Todas las tardes, un jubilado de 77 años de barrio Crisol Sud salía de su casa, se sentaba en la esquina y saludaba a quien pasaba por el lugar. Después, iba hasta un kiosco y volvía a su casa.
La rutina tenía acostumbrados a los vecinos, pero algo cambió rápidamente. Un llamado alertó al hijo: le avisaron que hacía varios días que no veían a su padre. El joven fue hasta la casa y encontró lo peor.
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El jubilado estaba muerto en la cama de una habitación y su cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición. El Departamento de Robos y Hurtos de la Policía, junto a la dirección de Homicidios, no descartan un crimen: según los dichos del hijo, en la casa faltaba un revólver calibre 22.
Otro dato que aportó el familiar de la víctima es que las aberturas no estaban violentadas. La puerta de la casa estaba cerrada pero aún no pudieron encontrar las llaves del domicilio.
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