Pese al temor que puede generar, sobre todo para periodistas que nunca habían hecho rapel, no podíamos negarnos al desafío de entrar con las cámaras de El Doce al embudo del dique San Roque. Luego de las gestiones de la producción para conocer como nadie el emblemático lugar de Córdoba, nos convertimos en los primeros civiles en conocerlo por dentro y recorrer sus túneles hasta la salida.
Todo requirió una una preparación previa. En equipo, realizamos un curso rápido y avanzado cuyo mayor objetivo era superar el vértigo y descender mediante la técnica del rapel de manera totalmente segura.
Junto a los Bomberos de Córdoba aprendimos y practicamos las técnicas, vencimos esos miedos y nos preparamos para el ingreso al gigante de hormigón, cuya base nos esperaba con oscuridad total a 56 metros de profundidad.
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Tras la preparación, llegó el día: con el acompañamiento permanente del bombero Luis Barrionuevo, numerosas cuerdas de seguridad y todos los elementos necesarios, emprendimos este misterioso viaje a lo desconocido.
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El descenso
Lo más difícil fue ese primer salto frente a la inmensidad del paredón. Ver el embudo y su oscuridad más profunda desde arriba realmente impacta.
Pese a todo, el descenso fue tranquilo. Lo hicimos despacio, tratando de disfrutar de la cobertura histórica mientras bajábamos casi acostados de espaldas, inclusive pisando el famoso cartel de Dipas que observamos siempre desde lejos.
Fueron 22 metros por la pared hasta la boca del embudo. Nos detuvimos, observamos su inmensidad y grabamos todo lo que estaba a nuestro alcance. El ingreso es una especie de tubo de seis metros de diámetro que se achica a apenas un metro con paredes redondeadas, un poco resbalosas y con caída de agua helada constante.
Al tocar la base, 21 metros más abajo, fue el momento de conocer qué escondía la construcción, cuyo objetivo es descomprimir la presión del dique cuando éste levanta su nivel por las lluvias.
No hay cuchillas, filtros ni turbinas, como afirman algunos mitos.
La base está compuesta por un tobogán que desemboca en un túnel, donde pasa un río de un metro de profundidad. El camino es una especie de túnel minero de hormigón con agua helada y sedimentos, donde los peces juegan entre tus pies.
Del embudo al Suquía
En el recorrido, derribamos otro mito: la popular cola de la novia lejos está de conectarse con el embudo. Supimos que pese a ser una construcción artificial su funcionalidad es natural y el hombre no interfiere: cuando el agua supera el nivel, cae al embudo y hace su camino hasta llegar a una laguna ubicada a unos 100 metros del paredón del dique.
En esa laguna, desconocida para muchos, nace otro "histórico" de Córdoba: nada más y nada menos que el río Suquía.
+ GALERÍA: Las fotos del embudo por dentro: