Valentina es hija de Manuel, vendedor en una droguería, y María Eugenia, docente de nivel inicial y licenciada en trabajo social. Su gran cómplice y mejor dupla es Gaspar, su hermano de 7 años: se divierten, se pelean y se hacen el aguante incondicionalmente en lo que a cada uno le toca transitar.
Va a la escuela de niños deportistas en el Club Universitario de Córdoba y su primer grado fue el disparador para descubrir la dislexia: tareas que costaban más de la cuenta, lectura que no salía fluida, letras confusas y falta de memoria para asimilar contenidos, fueron algunos de los síntomas que llevaron a sus padres a realizar una consulta con una psicopedagoga.
Los diagnósticos causan estrés, miedo a lo desconocido, y algo de ansiedad. Pero alivian y allanan el camino a una posible solución haciéndonos cargo.
Y así llegó la respuesta por parte del equipo interdisciplinario: dislexia y discalculia (la misma dificultad para las letras pero en matemática) se encuadra en lo que se llama DEA (Dificultades Específicas del Aprendizaje).
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Alegre, amiguera, amante de los animales y del aire libre, scout, así es Valen.
Su gran deseo es ir a una escuela de fútbol femenino, pero en el mientras tanto, acaba de hacer un golazo de media cancha: contarnos su experiencia con coraje y así ser la voz de los que lo transitan en silencio y necesitan de su valentía para poder expresarlo.
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