Pasaron más de 24 años de aquel 15 de noviembre de 1992 en el que Ricardo Barreda descargó su furia contra cuatro integrantes de su familia: mató a escopetazos a su esposa, su suegra y sus dos hijas en su casa La Plata.
Hace casi un año que el ex odontógolo de 81 años permanece postrado en una cama del Hospital Magdalena V. de Martínez, en la ciudad bonaerense de General Pacheco, al que ingresó por un problema en la próstata.
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El cuádruple femicida sabe que su salud se deteriora a cada minuto y se apoya en la compañía de los enfermeros, su única compañía. En una conversación que mantuvo con uno de ellos confesó que no quiso matar a su hija menor, según informó el sitio BigBang.
“¿Sabe qué? Dicen que no me arrepiento de lo que hice. Eso es mentira. No hay día que no sienta culpa. Lo peor es que a Adriana, mi hija menor, no la quise matar. Estaba como loco, giré, disparé y después me di cuenta que era ella”, le dijo a uno de los enfermeros que lo cuida en el turno noche.
"Estaba como loco, giré, disparé y después me di cuenta que era ella"
Ante la inesperada confesión, el empleado del hospital le preguntó por Cecilia, su hija mayor. “Ella me odiaba y me quería ver muerto. Mi esposa y mi suegra le habían llenado la cabeza. A la última que maté fue a mi suegra. Pero los crápulas de mis abogados me hicieron decir que la última en morir había sido mi hija menor, así yo heredaba la casa”, reveló.