Hace 25 años, Carlos Saúl Menem era el presidente de Argentina. El país transitaba las tremendas consecuencias del “efecto Tequila” o, lo que es lo mismo, la crisis financiera mejicana que produjo la devaluación de la moneda de ese país y efectó a las economías de América Latina.
Ese mismo año, Menem ganaba nuevamente las elecciones. La fantasía del uno a uno continuaba, mientras la pobreza y el desempleo se profundizaban en el país. En Córdoba, se vivía además una crisis institucional y política que desencadena la renuncia anticipada del entonces gobernador Eduardo Angeloz.
En ese complejo contexto nace La Luciérnaga, un proyecto social y laboral sintetizado en una revista. Desde que nació fue mucho más allá y logró dar contención y acompañamiento a 50 familias, es decir, unas 500 personas.
Hoy, este emprendimiento cumple 25 años. Un cuarto de siglo andando por las calles. Justamente, eso que hasta hace poco era tan normal fue - y aún continúa siendo- un obstáculo más para los canillitas.
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La pandemia hizo que estuvieran 90 días sin trabajar. Su fundador histórico, Oscar Arias no deja de celebrar esto que él considera más que "un sueño hecho realidad", un "legado". Pero también expresa: "Este cumpleaños me genera sentimientos encontrados porque por un lado, generamos una fuente de trabajo con dignidad, acá han crecido pibes que son muy positivos para la sociedad, contamos con el acompañamiento de los cordobeses, pero el coronavirus ha generado un impacto durísimo. Si te digo que vemos luz al final del túnel, no la vemos. Pero bueno, vamos planificando pasito a paso".
+ VIDEO: El informe por los 25 años de La Luciérnaga:
"La Chicha", Hugo, Gonzalo son algunos de los históricos de "La Luci" como le dicen ellos y los tres coinciden en manifestar que todo lo que tienen es gracias a este trabajo. Hugo dice que se está construyendo su casa, Chicha dice que está "feliz" con volver a la calle, que en estos 25 años nacieron sus tres hijos y Gonzalo dice que la revista "es todo".
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Por eso, después de esos tres largos meses sin pisar la sede, el regreso fue emocionante y necesario. "Durante ese tiempo lo urgente fue llevar alimentos a las 50 familias. Era apocalíptico lo que se vivía, teníamos una ranchada en la puerta de la Fundación", cuenta Arias.
Canillitas con barbijo, revistas envueltas en bolsitas de plástico para cumplir con las medidas de bioseguridad, la consigna de mantener el "distanciamiento social" en la calle y en la sede y una revista de marzo que se vende en julio. La "nueva normalidad" también los atraviesa. Los 100 pesos que sale la revista se agradecen y el bichito de luz sigue andando. Pese a todo, sigue andando.