En un colegio de La Plata, durante el segundo semestre del año pasado, el maestro de inglés Tomás Ramos llegó al colegio con guardapolvo blanco, el pelo recogido y rímel en las pestañas. Se dirigió al comedor donde estaban sus alumnos y se presentó como la profesora Quimey.
Sorprendidos y con la inocencia propia de la edad del niño que transita el Primario, algunos de los alumnos presentes, tímidamente, preguntaron: “Profe...¿por qué viniste de mujer?”.
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La respuesta fue tan directa, clara, sencilla y genuina que dejó poco espacio para repreguntar: "Ustedes me conocieron hasta ahora como Tomás, pero yo hace tiempo que me siento mujer. Y como, por suerte, esto es algo que puede elegirse, yo elegí ser mujer porque me hace feliz”.
Aunque algunos estudiantes más inquietos quisieron ahondar sobre el tema. Le consultaron si era homosexual. En declaraciones para TN, el profesor de 22 años repitió el mismo comentario: “Yo no me defino a partir de quién me gusta. Yo soy mujer porque me gusta ser mujer”.
A quienes asombró muy poco esta metamorfosis exterior fue al resto del cuerpo docente. Sobre todo porque se conocía que la decisión de Quimey había sido consultada y apoyada previamente por la Dirección de la escuela.
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Según la profesora de inglés, su infancia y adolescencia fue muy difícil. Se sintió tantas veces incomprendida como discriminada. Pero gracias a la actual vigencia de la Ley de Identidad de Género y los nuevos paradigmas sociales sobre el tema, la decisión de mostrarse como se siente fue tomada con naturalidad por la mayoría.
Pero, reconoce, todavía hay gente que cuestiona que un trans esté enseñando adelante de un pizarrón. Así ocurre en algunos establecimientos confesionales bonaerenses, según Quimey.
También relató que cuando un par de padres de su comunidad educativa se dirigió a las autoridades del colegio para pedir explicaciones, el director les respondió que en ese lugar “se respeta la ley”.