Luciana Benotti nació en San Francisco y su primer contacto con una computadora fue cuando apenas tenía 6 años. Corría 1985 cuando su papá llevó una computadora a su casa.
“Eran computadoras que grababan los programas en cassettes de cintas y como no había mucho para hacer porque no había programas hechos entonces tenía que hacer mis propios programas”, así recuerda Luciana la razón por la que copiaba de revistas especializadas de la época, que eran muy pocas, programas con la ilusión de jugar.
Ese es uno de los momentos que elige para explicar su historia. El otro es cuando le surgió la posibilidad de estudiar en Italia a través de una beca: “Ahí conocí a los primeros investigadores en esta área, en particular a mi primera profesora de lingüística computacional que era una mujer y me hizo sentir cerca e identificada con ella”.
Hoy es una de las poquísimas mujeres argentinas en Latinoamérica que trabaja en inteligencia artificial. Actualmente está desarrollando junto a sus alumnos de doctorado, un proyecto que permite, combinando lenguaje e imagen, responder preguntas de personas ciegas: “Si una persona no vidente necesita saber de qué color es la remera que se va a poner porque quiere que le combine con algo, se puede sacar una foto, la manda a una aplicación y estamos desarrollando un programa para que le conteste esa pregunta combinando información de la pregunta en lenguaje natural y la foto”.
Programación y computación en la infancia
“Pienso que lo pueden hacer”, así de contundente es su respuesta a la afirmación de que no era común para la época que una niña de 6 años programara una computadora en la década del ´80. Esta es una de las razones por las cuales participa en proyectos que promueven el aprendizaje de lenguajes de programación en la primera infancia: jardines y primaria.
La primera conclusión de las investigaciones en las que participó es contundente: “Las nenas que tuvieron exposición desde chiquita (a la programación), después cuando les querías enseñar otras cosas de computación, no tenían problemas, no había diferencia con sus compañeros varones, pero si ibas a otra escuela donde las nenas no habían visto nada ya había una diferencia y tiene que ver, quizás con el tema de los juegos”.
Luciana deja planteada así, una de las hipótesis que pueden explicar la brecha que provoca que a los 11, 12 o 13 años las niñas ya no tengan interés en estudiar computación o programación: los juegos que juegan en la infancia.
Los sesgos en la vida, en la profesión y en la tecnología
A lo largo de su carrera se encontró en múltiples ocasiones con “entornos difíciles”, tal como describe a su primera experiencia laboral: “La mayoría eran hombres, muy masculinos, muchos chistes de hombres, eran lugares que eran estresantes y yo no me daba cuenta muy bien porqué me sentía tan estresada”.
Esa claridad para explicar lo que le pasaba llegó con el tiempo, cuando pudo trabajar con grupos de mujeres o grupos más diversos donde la dinámica fue diferente y le permitió hablar o participar más libremente.
“En mi trabajo pertenezco a muchas minorías porque además de ser mujer y que somos pocas mujeres en computación, también soy latinoamericana, argentina y en mi área, en el área de inteligencia artificial, hay muy pocos latinoamericanos, en particular en el área de procesamiento de lenguaje natural, somos menos de 10 argentinos trabajando en estos temas”, explica Luciana quien agrega que vivir en el hemisferio sur del mundo nos obliga a adaptarnos siempre a otros, desde el lenguaje hasta la cultura.
Pero también implica un trabajo mucho más duro para lograr que se reconozcan las investigaciones que se hacen en estas latitudes, para participar en congresos, para publicar o para ser citado de manera adecuada.
“Yo tengo que estar transformando todo lo que ellos (los del hemisferio norte) dicen al hemisferio sur, pero es la mitad del mundo, entonces por qué tengo que ser yo siempre la que se adapte: yo la que me adapto al huso horario del otro, yo la que me adapto a la perspectiva de las estaciones del otro, yo la que me adapto al lenguaje del otro”, explica con claridad Luciana.
Esos sesgos también se ven en la tecnología: “Lo que a mi me parece muy preocupante es que los datos que nosotros estamos dando, se los estamos entregando a empresas tecnológicas, multinacionales y no son nuestros, son datos que se los estamos regalando”, explica Luciana y agrega que cuando utilizamos aplicaciones gratuitas en realidad no lo son, “pagamos con nuestros datos”.
+VIDEO: La entrevista completa con Luciana Benotti
La importancia de la diversidad
“En este momento, nos tenemos que juntar las distintas personas que tenemos menos poder (…) el género en este momento, porque vemos que, por lo general, las mujeres tienen menos poder que los hombres, pero si nos juntamos todas estas minorías, vamos a ser la mayoría”, así comienza su reflexión por el día de la mujer que concluye con una invitación a formar parte del mundo de la ciencia donde se necesitan distintas miradas que enriquezcan el trabajo en equipo: “La gente necesita de gente diversa, necesita de distintas miradas, por eso los invito a acercarse a la ciencia porque (...) la ciencia va a ser mejor por tenerlos”.
Luciana Benotti, referente en Latinoamérica
Si le preguntan quién es, Luciana se presenta como profesora de la Universidad Nacional de Córdoba en el área de Ciencias de la Computación y como una investigadora en el área de procesamiento de lenguaje natural “que se usa en muchas cosas que usamos hoy en el celular, por ejemplo, cada vez que buscamos en Google, ahí se está usando procesamiento de lenguaje natural para sugerir cuáles son las cosas que capaz estás buscando”.
El 11 de febrero pasado, el Día de la Mujer en la Ciencia, Luciana Benotti fue protagonista de una publicación junto a otras tres mujeres latinas por su trabajo como científicas, como reconocimiento a su labor y testimonio de todo lo que aún falta por hacer: