El trabajo de los periodistas de , Miriam Lewin y Nicolás Tillard, sacó de las sombras a dos víctimas de los abusos por parte de curas de la Iglesia Católica. Todo nació en el Instituto Religioso Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, dependiente del Arzobispado de Salta.
Esa congregación, fundada en 1996 por el padre Agustín Rosa, recibió 25 denuncias canónicas y dos penales, por lo que fue intervenida por el Vaticano. "Veinte años después, el cura fue expulsado y vive recluido en Finca La Cruz. Tanto Rosa, de 64 años, como Nicolás Parma, otro sacerdote de 38 años de la misma comunidad, están denunciados por abuso sexual", describió el informe especial.
Barbaridades al oído
"Te voy a partir en 8”, “te voy a comer la boquita”. Esas y otras frases debía soportar Yair Gyurkovitz, un ex novicio de 21 años y víctima del padre Felipe. Al denunciar el abuso al padre Rosa, recibió un "tenés que perdonarlo” como respuesta. "A él nadie lo contradecía. Algunos lo consideraban un santo. Por miedo, hacían lo que él quería. Yair confió en el hombre que luego sería su segundo abusador", agregó la investigación de TN.
"Empezó a besarme el cuello y a acariciarme la espalda y las piernas. Mientras hacía eso, se masturbaba. Sentía cómo se movía y cómo gemía", contó uno de los abusados.
Por eso, Yair denunció a los sacerdotes por abuso sexual simple. “Me llamó una vez a su pieza, me pidió que duerma la siesta con él, yo le dije que no. Me dijo que me acueste en su cama. Él estaba tapado y yo estaba vestido. Empezó a besarme el cuello y a acariciarme la espalda y las piernas. Mientras hacía eso, se masturbaba. Sentía cómo se movía y cómo gemía”, dijo al repasar el primer abuso del padre Felipe en 2012, en la sede de Puerto Santa Cruz.
La víctima confesó que intentó suicidarse en más de una vez, le escribió una carta al padre Rosa para contarle todo y regresó con su familia. Al tiempo, el fundador de la orden llamó a los papás, para quienes sus dichos eran palabra santa, y le pidió que regrese a la sede en Salta. Tras la mudanza, fue abusado otras cinco veces por el mismísimo Rosa. “Me volvió a pedir que nunca dijera nada de lo ocurrido y que cuidara el nombre del padre Felipe", contó Yair.
Abusada y reducida a la servidumbre
Valeria Zarsa es una exmonja de 43 años que vive en Salta. A ella también la abusó el fundador, el padre Rosa. Lo denunció por amenazas coactivas, reducción a la servidumbre y abusos sexuales reiterados contra su persona y otros miembros de la comunidad e incluyó una petición de prohibición de acercamiento.
Durante 10 años fue la asistente personal de su abusador. Se encargaba de los retiros de los hermanos: varios le confesaron que también sufrieron los mismos manoseos y acosos. “Bueno, esto es un chusmerío. No quiero saber más nada”, le dijo el padre Agustín cuando le comentó la situación en el 2005.
"En el momento en que mi superiora entra al baño de esa habitación, él se saca su cinturón y lo pasa por detrás de mi espalda diciendo: 'Quedate quieta'", relató Valeria.
Durante años que vivió en Toluca, México, recibió la visita de Rosa. Valeria relató su abuso así: "Con las mujeres sentía rechazo y aversión, pero en una ocasión estábamos en una habitación de un convento. Me dijo que quería probar si a las monjas le quedaban mejor los cinturones que los cíngulos (cordones que se usan alrededor de la cintura) y en el momento en que mi superiora entra al baño de esa habitación, él se saca su cinturón y lo pasa por detrás de mi espalda diciendo: 'Quedate quieta'. Mientras lo hacía, hundió su rostro en mi pecho, en clara actitud sexual intimidatoria, abusando de su poder”.
“Yo le grité asustada: ‘No, ¿qué hace Padre?', le dije y lo retiré, con esfuerzo, de encima mío. Los minutos posteriores no los puedo recordar. Sólo sé que me subí a la camioneta y arranqué mientras mi superiora me decía una y otra vez por celular que vuelva, que el pobre Padre estaba tenso, que lo entendiera, que estaba solo, que los hermanos le habían hecho muchísimo desprecio. Regresé, pero no quise subir de nuevo a su habitación. Me quedé en el comedor del convento, mientras la hermana María Luz permaneció con él en su habitación”, detalló Valeria en la denuncia.
La represalia llegó en 2010, cuando volvió a Argentina. La aislaron, le impidieron el contacto con las hermanas y los superiores la trataron de loca. Hasta que abrió los ojos y habló en la Justicia.
La respuesta del padre Rosa
TN.com.ar viajó a Salta, a la Finca La Cruz, a 32 kilómetros de la capital provincial, donde vive el sacerdote Agustín Rosa. Con una sonrisa llamativa sonrisa, juró ante Dios ser inocente. Mirá lo que dijo el principal acusado de los abusos:
La orden. El Instituto Religioso Discípulos de Jesús de San Juan Bautista tiene representación en todo el país, Chile, México y España. Maneja parroquias, hogares de ancianos, conventos de clausura y casas para la formación religiosa. Allí conviven hermanos y hermanas que, según los preceptos del derecho canónico, deben consagrar su vida a la oración y respetar los votos de obediencia, pobreza y castidad. La orden tiene 150 miembros.