Esta vez el sacerdote se mantuvo algunas horas en absoluto silencio, antes de desahogarse y contar lo que él vio en el confuso episodio que derivó en la muerte de Lucas Leonel Ruchi.
En una extensa carta, primero confesó el infierno en el que vive desde que decidió enfrentar a los narcotraficantes. Sus días transcurren entre las amenazas de muerte y la lucha para rescatar a los jovenes atrapados por los narcos. “Hay cinco mil pesos para el que lo mate al cura”, le gritaron dos chicos que salían del colegio de Campo de la Ribera.
Reacio a tener custodias o guardaespaldas, el religioso evitó por todos los medios la protección policial, pero en la calle todo cambió. “Andá che cura vigilante, dejá de batir a la cana che culiado”.
Lo amedrentaron tantas veces que el clima se enrareció demasiado. “Eh, cura, yo te vi por la tele.. a vos te quieren matar”, le dijeron un grupo de chicos de sólo cinco años.
En la terminal de omnibus, hace unos días lo cruzaron dos chicas. “A vos te van a matar como a un perro”, le advirtieron.
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En medio de tanto terror, aceptó tener a su lado a un policía. Eligió a Martín, el hombre que disparó contra el chico de 14 años. Conoce la obra y lo considera un “colaborador".
Oberlín dice que no pudo parar de llorar por la muerte del chico. “Si puediera cambiar mi vida por la de este chico, juro que la cambiaría. Hoy siento que nada tiene sentido. No sé cómo seguirá la vida para adelante. No quiero seguir alimentando toda esta maquinaria de violencia, exclusión y muerte”.
Acá el texto completo.