En una escuela de José Mármol, un grupo de alumnos protagonizaron una revolución durante un recreo, luego de que los directivos les pidieran a las chicas usar polleras más largas “para evitar posibles abusos”.
Una semana después, ocurrió un hecho similar en el Colegio Reconquista de Villa Urquiza, provincia de Buenos Aires. Si bien en esta oportunidad el problema no era el uniforme, el foco estaba puesto en una alumna.
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Bianca, de cuarto año, fue sancionada por las autoridades por ir a clases sin corpiño. En su cuaderno de comunicaciones se podía leer un llamado de atención que hacía hincapié en “llevar un vestido con tiritas”, aunque en realidad la observación fue por el corpiño.
La estudiante relató que la rectora la frenó por el pasillo y le dijo: “No podés venir al colegio sin sostén. Me mandó a buscar mi cuaderno y una campera para taparme”. Además, se quejó porque en el reglamento de convivencia no detalla el uso de ropa interior: “No se permite musculosas, escote ni ojotas”, se defendió.
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Ante este hecho, sus compañeros se solidarizaron con Bianca y se manifestaron empapelando la institución con consignas que decían: “Mi corpiño no define que tan buena alumna soy”; “La ropa no define nuestro rendimiento escolar”; “La cantidad de ropa que uso no determina la cantidad de respeto que merezco”.