El 5 de septiembre de 1977 quedó grabado a fuego en la memoria de los Corsaletti. Alrededor de las 11 de la noche un grupo de militares rodeó su casa y secuestró a Carlos y a su madre. Días más tarde la hermana del hombre, Adriana, también fue capturada.
Las tres víctimas del último proceso quedaron alojadas en el centro clandestino de Córdoba, La Perla. “Me torturaron, su objetivo era saber quiénes eran mis compañeros y dónde estaban”, precisó Adriana en una conversación en exclusiva con Telenoche.
La mujer contó que para tratar de sacarle información la ahogaban en un balde de agua y la electrocutaban con una picana mientras estaba atada a su cama.
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Carlos, quien ese entonces tenía apenas 16 años, también sufrió las brutales prácticas. “No me torturaron pero me golpearon mucho y salí con ambos oídos sangrando”, detalló. “Todo el tiempo tenía los ojos vendados y las manos atadas, me preguntaban qué hacíamos, en qué participábamos”, agregó.
El largo camino hacia la libertad
El primero en ser liberado fue el hombre, a quien tiraron sobre la Cañada. Tuvo que volver hasta su casa solo, aturdido y asustado. Pasó un año hasta que tuvo novedades de su madre y su hermana.
Mientras tanto, Adriana reconoció la presencia de su madre en el centro de torturas por un detalle clave. “Una noche, mientras estaba atada y con los ojos vendados, estiré la mano hasta tocar a quien tenía al lado”, dijo emocionada. Y agregó: “Alguien me dijo ‘¡Mi hija! ¿Sos vos?’ y me di cuenta que estaba mi mamá”.
En 1978 su hermano finalmente recibió novedades. Una abogada le escribió para decirle que sus familiares estaban en la cárcel cordobesa de San Martín y que podría verlas en una de las ventanas.
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“Fui pero no sé si llegué en un mal momento o tarde, pero no podía verlas. Estaban a cinco cuadras. Al menos eso me dio la pauta de que estaban vivas”, destacó.
Al tiempo, las mujeres fueron trasladadas a la cárcel de Devoto, en Buenos Aires, donde las visitas eran aún más difíciles. “Siempre castigaban a una para que no pudiera ver a las dos juntas, así que tenía que ir un mes a estar con mi hermana y al otro a ver a mi mamá”, precisó Carlos.
Todo cambió el día en que al ex preso le dijeron que habían soltado a su madre. “En ese entonces yo estaba parando en lo de una tía, que no tuvo la mejor idea que decirme que mi mamá no había ido para allá, pero cuando llegué ahí estaba…”, alcanzó a contar el sobreviviente antes de romper en llanto.
“Me acuerdo que volvimos en tren desde Buenos Aires, todo el viaje con las manos apretadas”, dijo con lágrimas en los ojos y una gran sonrisa. Su hermana fue liberada años más tarde, en abril de 1981.
Un mensaje para las nuevas generaciones
“Mi mamá falleció en el 2021, hasta ese entonces nunca dejó de participar en las marchas, de luchar”, recordó Adriana. “Hay que decir nunca más, que el pueblo argentino tenga memoria de lo que pasó”, remarcó su hermano.
“Los jóvenes no son el futuro, son el presente, tienen que pelear por el hoy”, cerró la mujer con su reflexión.