Julio Gamboa, de 32 años, fue detenido el pasado 16 de enero en la terminal de ómnibus de Neuquén. Llevaba un arma y, como tenía otra condena en suspenso, fue sentenciado a un año de prisión efectiva.
Pues bien: a la hora de escuchar el fallo, el hombre rompió en llanto y pidió que lo dejen salir a trabajar para sostener a sus dos hijos de 9 y 3 años y su mujer embarazada. "Por favor, se los pido por mi familia, voy a hacer las cosas bien”, suplicó.
"Por favor, se los pido por mi familia, voy a hacer las cosas bien", prometió el condenado.
El ruego tuvo eco en los jueces, que le permitirán salir de la celda a las 6 de la mañana y volver a las 21 para trabajar como soldador. Así mantendrá el techo para su familia, ya que el empleador le presta una vivienda.
"Él me estaba enseñando a usar el arma porque me quedo varias veces sola con mis dos hijos, y viene otro en camino. Vivimos en una zona en donde a los vecinos les roban todo el tiempo”, justificó la pareja de Gamboa.