Frialdad y deshumanización. La decadencia de la salud pública estremece en Argentina. Leila Aguilante, una joven de 22 años, vivió el peor momento de su vida en el hospital de Pico Truncado, al norte de Santa Cruz.
Hacía muy poco se había enterado de su embarazo de siete meses. El disfrute de ese mágico momento le duró poco, nunca imaginó lo que podía sucederle. Después de unas fuertes contracciones, debió correr al nosocomio, donde no recibió la ayuda que necesitaba.
Entró a la guardia muy dolorida, pero le dijeron que esperara porque estaban limpiando. "No daba más, me fui al baño pensando que iba a hacer pis y tuve a mi bebé en el inodoro, no la alcancé a agarrar", le relató al diario El Patagónico. Sus gritos alertaron a los médicos, quienes 15 minutos después lograron hacer reaccionar a la beba.
La pequeña fue trasladada al hospital de Caleta Olivia, a más de 600 kilómetros. Pero, por su estado delicado, murió dos días más tarde. Aguilante denunció el indignante hecho y la reacción del fiscal fue inesperada: "Nos preguntó si no sabíamos que el hospital se encontraba con falta de personal, nos trató re mal, nos gritaba y me dijo que la culpa era mía".