Fecundación post morten. Ese es el concepto que hay que aprender para entender la historia de Cecilia y Pablo. La pareja estaba junta desde hacía siete años y uno de sus sueños más fuertes era poder tener un hijo. Sin embargo, el embarazo natural nunca llegó y ambos decidieron probar con fertilización asistida. En un centro de reproducción hicieron el primer tratamiento.
Pero la tragedia los alcanzó cuando en el 2011, un tren chocó el colectivo en el que Pablo viajaba y se convirtió en una de las once víctimas fatales del accidente conocido como “tragedia de Flores”.
Sin saber muy bien cómo y contrarreloj, Cecilia consiguió la orden judicial para extraer espermatozoides del cuerpo de su marido nueve horas antes de su muerte. Cinco años después de ese momento y con un nuevo Código Civil en la Argentina, una jueza autorizó la fecundación post morten.
Las razones del fallo. Para la jueza fueron fundamentales los testimonios de la familia de Pablo y Cecilia. Todos coincidieron en que el gran sueño de Pablo era ser padre. Pero la prueba fundamental fue un documento firmado por Pablo de su intensión de ser padre cuando comenzó los tratamientos de reproducción asistida.
La polémica. La decisión judicial provocó posiciones encontradas. El médico que realizó la extracción del esperama a Pablo, Santiago Brugo Olmedo, aseguró que “ellos estaban iniciando un tratamiento de fecundación in vitro que se iba a hacer 15 días después de su muerte por lo que su voluntad procreacional está más que clara”.
Sin embargo, Sergio Papier, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina Reproductiva, explica que existe “un vacío legal desde que este tema se sacó del Código Civil”.
Más allá de la decisión de la justicia, hoy Cecilia tiene otra pelea para dar. Tiene obstrucción en las trompas, 41 años y el desafío de lograr un embarazo a término.