A principio de los años ´90 llegó al espacio un pequeño satélite para radioaficionados que fue encargado por argentinos, pero construido en los Estados Unidos. Era el LU-SAT. Por eso, puede considerarse al µSat Víctor como el primer satélite argentino. El pequeño artefacto, que llegó al espacio a fines de agosto de 1996, fue desarrollado por el Instituto Universitario Aeronáutico de Córdoba con el apoyo del Centro de Investigaciones Aplicadas de la Fuerza Aérea Argentina, entre otras instituciones.
El aparato era lo que se llama un microsatélite. Tomó su nombre a partir del homenaje que le quiso rendir el equipo de desarrollo al ingeniero Victor Aruani quien trabajó en esta misión pero que murió antes de ver finalizada su tarea. Medía apenas 34 x 34 x 43 centímetros, estaba rodeado de pantallas solares para obtener energía y pesaba 30 kilos. Se hicieron dos unidades para ir probando los equipos, pero solo una llegó al espacio.
Fue lanzado por la agencia espacial rusa desde el cosmódromo de Plesetsk, a unos 800 km al norte de Moscú, desde donde se suelen probar misiles nucleares de largo alcance. Una instalación en plena taiga que nació en la época soviética y que fue secreta por décadas hasta que fue reconocida públicamente por las autoridades del Kremlin recién en la década del ´80.
+ VIDEO: El recuerdo del lanzamiento del satélite Víctor:
El gobernador cordobés de ese entonces, Ramón Mestre, estuvo presente en el lanzamiento junto a un grupo de funcionarios y periodistas de la provincia, entre ellos Jorge Cuadrado. Luego de que se recibió el primer “bip” desde el espacio, Mestre se comunicó con el presidente Menem y lo puso al tanto del éxito de la misión. Argentina se convertía en uno de los 15 países capaces en llegar al espacio con un satélite de diseño y construcción propia.
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Se esperaba que el satélite tuviera una vida útil de alrededor de un año y medio, pero funcionó algo más del doble. En ese período dio más de 17 mil vueltas a la Tierra. Llevaba a bordo dos cámaras, una de campo amplio y otro de campo estrecho, además de varios equipos de comunicaciones y balizas. Su propósito principal, sin embargo, era probar sistemas, equipos y servir para generar y probar conocimientos. El costo de toda la misión fue, según una de las 25 personas del equipo, de 1 millón 250 mil pesos/dólares, incluido el pago por el lanzamiento.
Como no podía ser de otra manera en la Argentina, hubo algunas rispideces entre distintos sectores, en este caso del mismo Estado porque la CONAE (la entidad espacial del gobierno nacional, que en ese momento dependía de la Cancillería) no participó del proyecto. Mientras los cordobeses negociaron el lanzamiento con la Federación Rusa, la CONAE lo hacía con la NASA para poner en el espacio en noviembre del ´96 al mucho más complejo satélite SAC-B. Finalmente, el cohete estadounidense falló y el SAC-B se perdió para siempre sin haber podido entrar en funcionamiento.
Desde aquel entonces nuestro país ha construido distintos satélites propios, de variada complejidad, científicos y de comunicaciones. Y tiene en marcha, con demoras, un plan para elaborar sus propios cohetes lanzadores. Incluso en los últimos años aparecieron empresas privadas nacionales, como Satellogic, que diseñaron y ya tienen en el cielo sus propios nanosatélites. Un camino que empezó, hace ya un cuarto de siglo, el pionero µSat Víctor.
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