En los recreos tenía dos opciones: la dulce era el Tatín blanco con Coca y la salada era el pebete de salame, también con una "coquita". Pasaron los australes, la hiperinflación, llegó el peso, los cecores y lecores; y en mis recreos solo varió la periodicidad (o sea las veces que mi vieja me daba o no para la merienda). Lo que se mantenía constante eran las dos variantes que le seguían al timbre del recreo.