El despertar de la primavera brinda la oportunidad de transformar los espacios con la magia de las flores. Cuáles son las especies ideales para esta temporada y cómo cultivarlas para disfrutar de un estallido de color en tu jardín o balcón.
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Los crisantemos son clásicos de esta época. Deben sembrarse en lugares cálidos (entre 13 y 18ºC), con luz solar indirecta. La tierra ideal es fértil, con pH equilibrado y rica en material orgánico. Requieren fertilización periódica y riego constante —dos o tres veces por semana—. Es importante prevenir hongos y plagas para que florezcan sanos.

Las reinas margaritas prefieren pleno sol o semisombra. Se recomienda comenzar en semilleros y luego trasplantar al jardín dejando 40 cm entre plantas. Necesitan un suelo ligero y abonado, riego regular, sobre todo en verano, y protección frente a pulgones y hongos.

Los alelíes prosperan con temperaturas de entre 5ºC de noche y 25ºC durante el día. Lo ideal es sembrarlos en macetas y trasplantarlos pasadas 14 semanas. Demandan un suelo fértil, profundo y con buen drenaje. Deben evitarse los charcos y controlarse plagas como mosca blanca y orugas.

La siempreviva es muy resistente y requiere pleno sol, incluso puede crecer dentro de casa en lugares soleados. Tolera el calor pero debe protegerse del frío. Su germinación tarda entre 10 y 20 días a 18ºC. Se recomienda un riego ligero y constante, cuidando de no excederse para prevenir el hongo Mildiu.

Las zinnias se desarrollan mejor a pleno sol, aunque toleran semi sombra. Requieren temperaturas de entre 15 y 25ºC. Son resistentes a la sequía, pero sensibles al exceso de agua. Conviene regarlas una o dos veces por semana y controlar los hongos.

El cosmos también necesita luz solar directa y se adapta a temperaturas de 15 a 20ºC. Germina a los 8-14 días, a 3 mm de profundidad en la tierra. Precisa un riego moderado, que debe intensificarse en primavera y verano. En invierno necesita protección extra.

Por último, los claveles son flores que demandan mucha luz solar y temperaturas cálidas (20-24ºC). Crecen mejor en suelos arenosos, fértiles y bien drenados. Se siembran a 3 cm de profundidad y con 10 a 15 cm de separación entre cada planta. El riego ideal es por goteo, evitando encharcamientos, y es clave el control de plagas.
