El cometa 3I/ATLAS se convirtió en uno de los hallazgos astronómicos más impactantes de los últimos tiempos. Descubierto el 1° de julio por el sistema de telescopios ATLAS, este cuerpo celeste viaja a gran velocidad y, según los expertos, sería más antiguo que el Sol, con más de 7.000 millones de años.
Los investigadores creen que su origen está en el llamado “disco grueso” de la Vía Láctea, una región donde las estrellas se formaron en los primeros días de la galaxia. Por esa razón, aseguran que este cuerpo no es simplemente una “bola de hielo sucia” viajando por el espacio, sino un objeto cargado de información sobre el nacimiento de los planetas y la evolución del universo.
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Se trata apenas del tercer objeto interestelar detectado por la humanidad, después de Oumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Su tamaño, estimado entre 10 y 20 kilómetros de diámetro, lo convierte en el más grande de este tipo observado hasta ahora.
Aunque no podrá ser visto desde la Tierra —su trayectoria lo ocultará durante el paso cercano al Sol—, las expectativas están puestas en las observaciones que podrán realizar las distintas sondas y naves espaciales que se encuentran en el sistema solar.

La comunidad científica ya trabaja en un plan de seguimiento que tendrá un punto clave en diciembre de 2025, cuando el cometa alcance su máximo acercamiento y pueda ser analizado con mayor detalle, algunas naves estarán a 29 millones de kilómetros, a diferencia de los 269 millones que lo separan de nuestro planeta.
Ese será el momento ideal para estudiar su composición y comparar sus características con las de otros objetos que forman parte del Sistema Solar. “Estamos ante una oportunidad única para obtener pistas sobre los primeros días de nuestra galaxia”, destacan los especialistas.