La historia de Thomas Wadhouse, un hombre nacido en la Inglaterra rural del siglo XVIII, está marcada por la singularidad de su aspecto: tenía una nariz que alcanzaba casi 20 centímetros de largo, lo que lo convirtió en una figura única en su época.
Desde niño, Thomas sufrió burlas y el rechazo de sus compañeros de escuela, mientras que las madres de otros niños lo miraban con desconfianza. Sin embargo, lo que al principio fue motivo de vergüenza terminó por convertirse en su medio de vida.
De la vergüenza a la fama circense
Un descubridor le propuso integrarse a los llamados freak shows, espectáculos de rarezas que se presentaban en plazas con escenarios cubiertos por cortinas de terciopelo. “No tienes nada que perder. La gente pagará para verte y reírse, sí, pero eso al menos pondrá pan en tu mesa”, le habrían dicho.
Desde entonces, la figura de Wadhouse recorrió toda Inglaterra. Los presentadores lo anunciaban como “el milagro de la naturaleza, el hombre cuyo perfil desafía todo lo conocido”. En cada función, muchos espectadores pedían tocarle la nariz para comprobar que no era falsa, mientras médicos e investigadores escribían sobre él en publicaciones de la época.
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Con el tiempo, la particularidad de Wadhouse fue reconocida por el Libro Guinness de los Récords, que lo inscribió como la nariz más larga jamás documentada, un récord que aún se mantiene. Su imagen quedó plasmada en modelados de cera, grabados y distintas obras de arte.
El final en el olvido
Pese a la fama alcanzada, Thomas nunca logró salir del circuito circense. Cuando los freak shows comenzaron a decaer, su carrera terminó abruptamente. Murió en la pobreza, sin familiares que lo reclamaran y sin una tumba que recuerde su paso por el mundo.