A sólo 220 kilómetros de la ciudad de Córdoba y a 20 de Villa Dolores, San Javier y Yacanto se consolida como uno de los destinos más encantadores del país. Rodeado por las sierras grandes, este pintoresco pueblo fue recientemente reconocido por la ONU como uno de los ocho pueblos más lindos de Argentina, y no es difícil entender por qué.
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Lo que hace único a este rincón del Valle de Traslasierra es la armonía entre naturaleza, cultura y bienestar. Sus callecitas tranquilas, sus casonas de piedra y su entorno verde parecen detenidos en el tiempo. Aún así se trata de un lugar lleno de vida debido a sus variadas propuestas.

“Son dos pueblos unidos. Es un mismo municipio. Los separaban antiguas estancias, pero un mismo arroyo los cruzaba. Quedaron tan cerca que decidieron juntarlos”, contó Juan Manuel Russo, director de Turismo de San Javier y Yacanto sobre la identidad del pueblo.
Enoturismo con sabor serrano
Uno de los grandes atractivos de la zona es el enoturismo. Los visitantes pueden recorrer viñedos y bodegas locales, participar de catas y disfrutar de un buen vino mientras se contempla el majestuoso paisaje.
La gastronomía local acompaña esta experiencia con sabores auténticos: dulces artesanales, quesos de producción local y las tradicionales hierbas aromáticas, mejor conocidos como los famosos “yuyitos cordobeses”, que no sólo forman parte de la economía regional, sino también del alma del lugar.
Senderos que invitan a reconectar
Para los amantes de la naturaleza, San Javier y Yacanto es un paraíso para el senderismo. Desde caminatas suaves entre bosques y arroyos hasta travesías más desafiantes hacia los cerros, cada paso es una oportunidad para respirar aire puro y desconectarse del ritmo urbano.
“Hay muchas actividades de bienestar. Se realizan retiros, vienen terapeutas. El lugar tiene un ambiente muy relajado”, explicó Russo.

Cultura viva
La identidad del pueblo también se celebra todos los días en su famosa pulpería, que abre desde las 10 de la mañana y se ha transformado en punto de encuentro. Allí no faltan los bailes, la música, las fiestas populares y el folklore que mantiene viva la tradición serrana.
